Capítulo III

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— ¡¿Cómo que se fue?! — Preguntó Shinobu, alarmada.

— Cuando vinimos a verlo solo encontramos esta carta. — Decía una de las niñas de la finca.   

Shinobu tomó la carta y la leyó en cuestión de segundos.

— Cuando lo vea lo voy a...   
    
    
Las calles, aglomeradas y bastante estrechas, del Distrito del Entretenimiento hacían que Tanjiro (ahora bajo una identidad femenina de nombre «Sumiko»), poco a poco se sintiera incómodo, pues cada que pasaba cerca de un grupo de hombres, estos le lanzaban piropos e insinuaciones.

Por lo menos esperaba que Zenitsu e Inosuke tuvieran más suerte que él.

Llegó al establecimiento al que ahora pertenecía y recibió la orden de quedarse en una habitación a la espera del primer «cliente». Aunque no tenía bien entendido qué clase de servicio ofrecería.

— ¡Sumiko, Sumiko! — Habló la dueña.

— ¡Aquí estoy! — Respondió Tanjiro tan femenino como le era posible.

— ¡Ha, menos mal! — Exclamó la jefa. —. Anda a prepararte, querida, que ya tienes a tu primer cliente — Dijo esta y se acercó a Tanjiro. —. Al parecer estás de suerte, parece un joven bastante decente.

Después de guiñarle el ojo y acariciarle el cabello, la jefa salió de la habitación y Tanjiro no hizo más que seguir sus órdenes.

Se acercó al armario y tomó una de las yukatas más holgadas y delgadas que encontró, se la colocó en el cuerpo sin ropa interior por debajo y se acercó al espejo para poder maquillarse un poco.

Entonces sintió un aroma bastante similar aproximarse a la habitación. Un aroma inconfundible, pero a la vez imposible de creer que se tratase de esa persona.

Sacudió la cabeza y se acercó a la puerta cuando escuchó que llamaban a ella. Tomó la manija y deslizó la puerta para dejar entrar a su primer cliente.

Cuando vio de quién se trataba, sus pupilas se achicaron y se quedó quieto cual estatua; Rengoku Kyojuro, vestido con ropa ajena al uniforme de la organización de cazadores y con un parche en el ojo izquierdo, estaba parado frente a él.

— Disculpe, señorita... — Inició el Pilar, pero se quedó mudo cuando vio a quien tenía en frente. —, ¿J... joven Kamado, qué estás haciendo aquí...?

Tanjiro sintió que el alma se le escapaba por la boca y que el mundo comenzaba a darle vueltas y vueltas. Estuvo a punto de caer desmallado al piso de la impresión que aquel hombre había causado en él.

— ¡Kamado! — Se alarmó Kyojuro al verle tambalearse.

Por fortuna Rengoku alcanzó a tomarle de la cintura antes de que esto sucediera.

La respiración del muchacho se volvio errática, le era difícil creer que el Pilar estaba despierto y en forma como para haber viajado hasta un lugar tan lejano a la sede como lo era el Distrito del Entretenimiento. Incluso llegó a creer que todo lo que ocurría no era más que su imaginación tratando de jugarle una broma... una muy pesada.

— Tranquilo, mi muchacho, trata de respirar más despacio, ¿sí? — Pedía el Pilar, quien había tomado asiento en el tatami manteniendo a Tanjiro entre sus brazos, acomodandolo de tal forma que no fuera incómodo para él.

No sé explicaba porqué el muchacho estaba vestido de aquella forma, o porqué usaba maquillaje y listones en el cabello, pero eso ya daba igual, lo que importaba era tratar de tranquilizarlo.

Tanjiro poco a poco fue calmandose con ayuda del rubio. No le despegaba la mirada del rostro, ese gentil rostro, tan radiante, con el que lo conoció, ese mismo rostro que presenció ensangrentado tras la lucha contra Akaza y que, creyó, jamás volvería a ver... las lágrimas aparecieron en sus ojos y cayeron por sus mejillas, pero Kyojuro las limpió antes de que pudieran llegar al suelo.

Me lo dijo un cuervo | KyotanWhere stories live. Discover now