Capítulo 30. [La Efímera Felicidad]

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—Primero... No es "mi amor"—dijo con seriedad—, segundo, no estamos seguras si fue ella quien le consiguió el porro, y tercero, ella está saliendo con ese guapetón. El De Las Casas.

—Aún me cuesta creerlo—murmuró Bárbara recordando todo. La repentina "relación" de Ariel con Helena después de estar detrás de las faldas de Macarena.

Por un lado se sentía tranquila al saber que Ariel no había vuelto a intentar nada con Macarena por estar involucrado con su mejor amiga, pero siempre existía la duda dentro de ella de saber si era real o si solo se trataba de una venganza por no haberle correspondido a él. Bárbara había imaginado tantas cosas que si seguía pensando en aquello, viviría torturada por el resto de su vida.

—Sabe que me gusta. 

Bárbara abrió los ojos al escuchar a Elisabeth confesarle aquello. 

—¿Cómo?—fue lo único que preguntó. 

Elisabeth sonrió al recordar cómo le había confesado su amor, a su amor imposible después de enterarse que estaba saliendo con un chico guapo. 

Decir que le había roto el corazón, era exagerado. Le había afectado, solo un poco, pero no un mal de morir. Elisabeth decidió no insistir y mucho menos declararle su amor después de aquella noticia que la hizo tambalearse cuando la escuchó. Comprendía que, Helena era una mujer libre, hermosa y muy heterosexual. Siempre lo supo, solo que en su gran corazón guardaba las esperanzas de quizá, explorar un poco más allá con ella que una amistad, pero esa ocasión nunca llegó. Había aceptado que había perdido la batalla sin intentarlo y para ella fue mejor así. Prefería eso a salir con el corazón lastimado de verdad. La quería, como a una gran amiga, pero también sabía que siempre existiría esa debilidad por Helena. 

Las copas y ella nunca se llevaron bien y Bárbara lo dedujo todo cuando Elisabeth mencionó la palabra "alcohol" en su relato. 

Había vuelto a soltar la lengua y... ¡De qué manera esa vez!

—El alcohol es tu peor enemigo, Elisabeth. 

La rubia rió porque si, era cierto. 

—Ya sabes, Barbie. No puedo resistirme a él. 

—Procura no pasarte de tragos en la reunión íntima que he preparado para Macarena después de nuestro paseo en helicóptero—Bárbara fue seria con su petición—. No quiero espectáculo de ningún tipo. Todo tiene que ser perfecto, al igual que ella. ¿Entendido?

Elisabeth asintió frenéticamente. 

—¡Llegó la hora!

Fue tanto el entusiasmo en sus palabras que, Elisabeth no dudó en creer que Bárbara realmente había cambiado. Lo había demostrado tanto en esos últimos meses que, era increíble el cambio tan positivo. Su vida había mejorado significativamente. Sus días eran mejores en el trabajo, y aunque al principio para todos fue extraño no verla reprochar cada suspiro, se habían adaptado a la nueva Bárbara cariñosa con sus empleados y sus compañeros de trabajo. Seguía siendo un proceso, a veces perdía la paciencia rápidamente, gritaba de vez en cuando, todos huían como siempre pero al final del día volvía la calma después de la tempestad. 

Su temperamento había reducido incluso el estrés y el cuadro de ansiedad en el que vivía diariamente y que hasta entonces, no lo había querido aceptar. Había dejado la cafeína, no del todo, pero las dosis habían sido reducidas significativamente, el cigarrillo seguía siendo un obstáculo, pero no por mucho puesto que, también había decidido dejarlo. 

Solo que esa noche se olvidó de esa decisión y encendió uno saliendo al balcón para "reflexionar" calada tras calada. Se lo permitía, era un proceso y los procesos llevan tiempo. Bárbara López lo sabía más que nadie. 

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