Capítulo 3. [La Propuesta]

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CIUDAD DE NUEVA YORK

MANHATTAN

—¿Cómo están las finanzas?—aquella pregunta erizó los vellos de Luciano, amigo lejano de Bárbara que se encargaba de monitorear sus cuentas cada mes para ver el incremento de cada una. Ante su silencio, la morena fajó la vista en él, tal y como lo hacía cuando la conducta de un extraño lograba alertar sus sentidos—. ¿Qué pasa?, ¿por qué te quedas callado?

Luciano, un poco incómodo y asustado por lo que iba a decirle, jadeó bajo y tomó agua con rapidez llegando a fondo. Cosa que, despertó más la curiosidad en Bárbara.

—Estuve haciendo el chequeo mensual, como siempre—empezó a explicar pausadamente viendo las facciones de Bárbara. Aún seguía «bien»—. Al principio todo parecía normal. Las entradas de dinero correspondían con el tratado que habías hecho con cada empresa cuando decidiste inyectar dinero en sus empresas—Bárbara asintió aún sin comprender lo que Luciano quería decirle—. Pero hay una empresa que no canceló, Bárbara.

—¿Cuál empresa?—le preguntó con inmediatez—. ¿Te cercioraste que fuera así antes de venir a hablar conmigo?—le preguntó viéndolo a los ojos—. Sabes que no me gusta que me hagan perder el tiempo, Luciano.

—Me encargué personalmente de hacer revisión cuatro veces, Bárbara. No hay forma que el dinero lo hayan transferido y no se refleje en sistema—la morena apretó la mandíbula—. Intenté comunicarme con Lucas, pero su asistente se negó en transferir mi llamada por órdenes superiores. Cosa que me hace pensar que fue Lucas quien se lo ordenó.

—¿Llamaste a Lucas en vez de ir directamente a su empresa y hablar con él?—soltó una risa nasal.

—No quería tomarme atribuciones sin antes hablar contigo—se excusó—. Estamos hablando de una cifra grande, Bárbara. El doble de lo que tú invertiste.

—¿Cuándo te diste cuenta que faltaba dinero?

—Hace dos días—respondió.

—¡¿Dos días?! ¡Dos días y apenas vienes a decirme!—levantó un poco la voz—. ¿Para qué te pago?

—Quería asegurarme de que todo estuviera en orden y que mis sospechas eran ciertas.

—¡No es excusa!—le gritó—. ¿Sabes lo que pudo o no haber hecho en dos días?—la voz de Bárbara salió fuerte.

—No creo que Lucas sea tan tonto como para querer ser tu enemigo, Bárbara. Tú has invertido en su empresa, lo ayude a levantarla y a recuperar su estabilidad económica y su reconocimiento—le dijo—. Sería muy estúpido de su parte querer echar a perder todo lo que ha logrado gracias a ti y a tu dinero.

—En los negocios no hay amigos, Luciano. Por dinero las personas venden hasta el alma, si eso los hará dueños y señores del universo—dijo—. Lucas siempre me pareció un hombre sin escrúpulos, y si acepté ayudarlo fue porque mi tío insistió, y por la relación que llevaba con mi padre—Bárbara respiró profundamente mientras analizaba la situación—. Alístate, iremos a darle una inesperada visita a Lucas.

Bárbara tomó sus cosas, y salió de su oficina botando fuego por las orejas. ¿Quién se creía él para hacerla perder el tiempo de esa manera? O peor aún, ¿sería tan miserable en robarle un dinero que originalmente le pertenece?

Por supuesto que eso no quedaría allí. Ella tenía que hacer algo por recuperar lo que perdió. Nadie podía ser más listo y más hábil que ella. Para eso no se preparó.

—¿Me comunico con su secretaria?—le preguntó Luciano en voz baja mientras caminaba rápidamente detrás de la morena. Bárbara apretó el botón del ascensor, dándole una mirada fugaz el piso donde estaba su oficina. Soltó una bocanada de aire cuando Luciano volvió a preguntarle.

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