Capítulo 9. [Resarcimiento]

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CIUDAD DE NUEVA YORK

MANHATTAN

ALGUNAS HORAS DESPUÉS:

—¿Por qué estás tan callada?—le preguntó Elisabeth a Bárbara mientras la veía conducir en absoluto silencio. La morena no dijo nada ni hizo ningún acostumbrado gesto, cosa que la sorprendió, aunque debía admitir que el silencio de Bárbara podría ponerla más nerviosa que cuando actuaba con esa rigidez y carácter templado que tanto la caracterizaba—. Si estás molesta porque invité a esas dos mujeres al desfile quiero que sepas que...—la interrumpió levantando una mano.

—No me molesta que las hayas invitado—contestó sin dejar de ver hacia la carretera—. Me molesta que tengas tanta confianza con unas mujeres que no conoces—hizo una mueca—. Debes cuidarte más de lo que dices y haces en público, Elisabeth. Tú no eres una principiante. Tú eres una diseñadora de modas reconocida que no puede estar haciendo ese tipo de espectáculos en un café—Elisabeth suspiró viendo hacia la ventana—. ¿Le diste el número a esa mujer?—le preguntó Bárbara con recelo al recordar que la amiga de Macarena le había pedido su número frente a todas—. ¿Se lo diste, verdad?—preguntó de nuevo ante el silencio de su mejor amiga.

—Es una buena persona—murmuró y Bárbara rió.

—Ni siquiera la conoces. Compartir un momento íntimo en el baño de un café no te hace cercana a una desconocida—dijo con obviedad—. Por tu respuesta deduzco que le diste tu número telefónico.

—¿Cuál es el problema?—le preguntó con inmediatez al ver la expresión de Bárbara—. Es solo una mujer, Bárbara. No tiene nada que ver contigo.

—Pero si con la mujer con la que tendré una cita en menos de cuatro horas—dijo con seriedad—. Mientras menos contacto tengas con esa mujer, será mucho mejor. No quiero que mi plan esté arruinado por nada ni por nadie. Solo me interesa Macarena.

—No se trata de ti—repitió con voz suave—. La mujer ni siquiera está interesada en mi como mujer. Solo me pareció una buena persona y quise ser amable con ella. No veo el problema.

—El problema es que fuiste exageradamente amable con ella—hizo una mueca—, y si dices que no está interesada en ti, no entiendo cuál es la razón de tu interés hacia ella. Mujeres hay muchas Elisabeth, si lo que te preocupa es estar sola.

Elisabeth la vio de perfil.

—A mi no me interesa como mujer—refutó cruzándose de brazos—. Como dije, me pareció una buena persona y fui amable, sin exagerar—recalcó—. No tengo que ser todo el tiempo una perra engreída como otras para poder obtener la admiración de alguien. Con ser amable es más que suficiente, o por lo menos ser cortés, o respetuoso.

—Siempre he sido respetuosa—Bárbara se defendió.

—Respetuosa, cortés no mucho, y amable ni se diga—Bárbara rodó los ojos—. Deberías tener un poco más de tacto cuando hablas con esa mujer. Aunque admito que hoy fuiste algo seductora—le sonrió con picardía—, no se ve mala persona, y me da pesar por ella. Si tan solo supiera lo que realmente quieres de ella dudo mucho que tenga esa fascinación contigo después de todo. Pobres mujeres—dijo sintiendo un pesar que hizo medio sonreír a Bárbara—. ¿Dónde tendrán su cita romántica?

—No es una cita romántica—dijo rápidamente—. Para mi es una cita de negocios—sonrió estacionando el auto frente a su casa—. Solo que ella no lo sabe y cree que tendremos una cita romántica, pero debo aceptar que es lindo verla en ese plan de conquista.

—Creo que te gusta—escuchó decir a Elisabeth mientras abría sus ojos—, y no creo que sea solo un interés económico. No puedo culparte por sentir algo más, es una mujer preciosa y muy elegante y amable—sonrió—, su interés es mutuo. Tú le correspondes.

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