—Mamá, ¿M-Mamá que está pasando? —le preguntó temblando—. ¿Por qué t-tengo está panza? ¡¿Por qué siento que algo se mueve dentro de mí?! —gritó aterrada, al sentir nuevamente aquello.

—Araza, tranquilízate —le dijo el médico en un tono calmo—. ¿Qué es lo último que recuerdas?

—¡¿Qué diablos importa eso?! ¡Quiero saber que pasa conmigo! —exclamó con lágrimas en los ojos.

—H-Hija, estás embarazada —pronunció en un tono bajo Ura'Elie.

—¿Q-Qué? ¿Có-cómo que embarazada? No, no puede ser.

—Enfermera —susurró el médico, antes de que la muchacha asintiera con la cabeza, y se acercara hasta el suero de Araza.

—N-No, yo no puedo estar e-embarazada, yo, yo... N-No...

—¿Qué le hicieron? ¡¿Qué le hicieron?! ¡¿Por qué ella se volvió a dormir?! —exclamó alterada Ura'Elie—. Ara, hija abre los ojos.

—Señora, tranquilícese usted también, sólo la hemos sedado. Ella está muy confundida, muy nerviosa, y en su estado actual, puede resultar peligroso para los fetos.

—Pero ella despertó, y ustedes la volvieron a dormir —sollozó—. ¿Qué ocurrirá si no vuelve a despertar?

—Lo hará, pero primero, debemos traer al terapeuta.

***

Le había pedido a su hermano que se fuera, realmente no quería ver a nadie, no quería estar cerca de nadie, y mucho menos en un momento como aquel. A Noaelí no le importaba lo que dijera aquel resultado, él no estaba apto para ser padre.

Su mayor miedo se había hecho realidad, tener sexo y convertirse en padre por accidente... Tantos años evitándolo en vano.

Luego de dormir la mayor parte del día, se despertó cerca de las once de la noche. Sin ánimos de nada, se preparó su única comida del día, y cuando comenzó a cenar en su habitación, vio el sobre blanco que Irat'keli había dejado en la mesa de noche.

Lo tomó, y sacó el papel de allí adentro.

"—¿Es que no lo ves, Noaelí? Jamás existió un ustedes, ella nunca te quiso. Y para ser sinceros, si Araza se fue a Iosopal a buscarte, fue sólo por intereses políticos, nada más."

Sí, todos tenían razón, sólo la niña era de él, el otro bebé era de otro macho. Moses había tenido razón en todo lo que le había dicho.

Dejó el resultado sobre la mesa de noche, y dejó su cena a medio comer sobre la misma también, antes de meterse a la cama una vez más, dispuesto a dormír.

No tenía nada más que hacer en su vida. Ya nada le importaba.

***

Observó la casa de la líder en la zona central, y apretó sus puños. Ella y él tenían muchas cosas que saldar. Sigilosamente trepó por los muros, y se adentro en la propiedad, observando que una de las habitaciones tenía las luces encendidas.

Era de noche ya, y le resultó de cierto modo un tanto extraño no encontrarse con sus oficiales custodiando el hogar.

—Lo odio, lo odio ¡Lo odio! —exclamó.

Sin esfuerzo alguno, abrió la puerta que daba a la cocina, y entró a la casa, escuchando a Laibell ¿Sollozar diciendo que odiaba a alguien?

Fue hasta la habitación de dónde provenían los gritos, y observó entre la puerta entreabierta a la joven castaña mirándose en frente del espejo. ¿Ella misma se estaba diciendo que se odiaba?

Observó las marcas de uñas en su piel, como si ella misma se hubiese rasguñado, y luego vio como tomaba una faja, colocándosela en el pecho, temblando.

¿Qué demonios le pasaba?

—¿Estás bien? —le preguntó entrando a la habitación.

—¿Q-Qué demonios haces tú aquí? —le inquirió aturdida, cubriéndose los pechos con sus brazos—. ¿C-Cómo entraste?

Moses ignoró lo que ella le estaba reclamando, y apoyó una de sus manos en el brazo de ella, observando que algunas zonas estaban sangrando.

—¿Quién te hizo esto?

—¡Vete de aquí! Tú no debes estar aquí ¡Mucho menos puedes estar suelto!

La tomó del rostro con fuerza y Laibell lo miró a los ojos... Pero debajo de esa mirada fiera que intentaba aparentar, había tristeza.

—Podría asesinarte fácilmente si lo quisiera ahora, después de todo, tú no estás en condiciones de pelear —le dijo descendiendo la mano de su mandíbula, a su cuello, apretándolo.

—¿Por qué estás aquí, Moses?

...

Princesa de Eritma Where stories live. Discover now