Pasaron diez minutos antes de que la puerta se abriera. Arthit levantó la vista y sonrió. Cuando vio a Kongpob su sonrisa murió.

Los ojos de Kongpob estaban carentes de emoción y sus labios eran una fina línea.

—Tienes que llevar a Dae a casa, Arthit. Iré unos veinte minutos después de ti.

—¿Estás bien? —Arthit se giró en la silla y se puso de pie. No apartó los ojos de Kongpob. —No te ves muy bien en este momento...

—Por favor, vete. Podemos hablar en casa. No tengo mucho tiempo.

Algo estaba muy mal. Arthit se encontró conteniendo la respiración. No sabía de qué trataba la reunión, pero sabía los problemas por los que Kongpob había pasado recientemente. Supuso que acababan de entregarle más trabajo a Kongpob y que estaba haciendo todo lo posible por no explotar.

—De acuerdo. Te estaremos esperando. —Arthit tiró las toallitas dentro de la bolsa de pañales y estaba cerrando la cremallera cuando la puerta se abrió de nuevo. Estaba a punto de levantar la bolsa y colgársela sobre el hombro antes de que se diera cuenta del hombre que estaba en el marco.

El corazón se le subió a la garganta y sus pies se clavaron al suelo.

Warut.

La mirada de Warut se clavó en él, y miró a Arthit como si fuera un trozo de carne. Arthit se encogió, esperando contra toda esperanza que pudiera desaparecer.

Warut no lo recordaría, ¿verdad? Solo se habían visto dos veces, y cual más horrorosa. Y si lo recordaba, tendría el tacto de no sacar a relucir su pasado, ¿no es así? Warut estaba tan sujeto al estigma como Arthit.

—Bueno, mira esto. —Warut se rio. Estaba mirando a Arthit, no a Kongpob. —Vengo aquí para asegurarme de que no estás jodiendo nada antes de largarte, ¿y qué me encuentro? Al hombre al que te estás follando-

Por favor, no hagas esto. Por favor, ten algo de decencia.

—Vigila tu lengua, —Kongpob gruñó.

—¿Por qué? —Los ojos de Warut se estrecharon. Se dispararon de Arthit a Kongpob, y todo lo que Arthit podía hacer era mirar. —Sé quién es, Kongpob. Si no te hubiera despedido antes, te despediría ahora. ¿Traer a tu pseudo familia a la oficina? ¿Jugar a las casitas en horario de trabajo? ¿Cuánto le pagas por ser tu novio? ¿Pensaste que me pondría celoso?

Arthit sabía que debería sentirse mortificado. Su pasado había quedado atrás y estaba trabajando hacia un futuro mejor. Que lo sacaran a relucir frente al hombre por el que tenía sentimientos tan fuertes era aterrador.

¿Pero oír que habían despedido a Kongpob? Le robó sus miedos egoístas. Le dolía el corazón por el hombre a su lado. Arthit sabía lo duramente que había trabajado Kongpob por su empleo, cuánto tiempo y energía le dedicaba. Ser despedido ahora era cruel.

—¿De qué demonios estás hablando? —Kongpob demandó. Dio un paso adelante, colocándose entre Warut y Arthit. —A Arthit no le pago para jugar a las casitas.

—¿Arthit ? —Warut rio a carcajadas. Se apretó el estómago y se encorvó de hombros. —Dios mío. ¿Es ese el que estás llevando estos días? ¿Arthit ya no te queda bien?

No había nada que rescatar en esta conversación. Arthit bajó la mirada, deseando que la tierra lo tragase. Todos sus secretos salían a la luz en el peor momento posible. Kongpob no necesitaba cargar con su pasado cuando acababa de perder su trabajo. Era una conversación para un momento tranquilo, cuando Arthit podría ser abierto y honesto sobre las cosas que había hecho para mantenerse. Ahora no.

Vida de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora