Capítulo 23

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ARTHIT

La oficina de Kongpob era bonita. No era enorme y extensa, como Arthit imaginaba que sería la oficina de un ejecutivo, pero tampoco era un cubículo estrecho. Había una ventana, un escritorio y una cómoda silla de oficina. Había archivadores y una maceta con un árbol alto cuyos orígenes no pudo reconocer Arthit.

Colocó la sillita de coche de Dae en el escritorio de Kongpob, luego se dejó caer en su silla y la hizo girar. La habitación se volvió borrosa a su alrededor. Así que así era trabajar en una empresa. Era agradable. La pasantía que había hecho en la empresa de contabilidad se había sentido diferente: mucho más tranquila, para empezar, pero también mucho menos glamorosa.

Arthit se detuvo y giró la silla hasta que estuvo de frente a la ventana. Estaban a una buena altura, las calles estaban tan abajo que podía ver varios cruces. Era una pena que Kongpob estuviera bajo tanto estrés mientras estaba en el trabajo, porque Arthit podía verlo disfrutar de la oficina si tan solo pudiera relajarse un poco.

Pero el estrés y los puestos ejecutivos iban de la mano.

Con un bostezo, Arthit levantó los brazos por encima de la cabeza y se estiró. Dae emitió un gorjeo y uno que Arthit interpretó como que estaba feliz. Arthit se dio la vuelta y miró a Dae mientras Dae lo miraba con sus grandes ojitos. Arthit no podía esperar el día en que dijera su primera palabra. Kongpob y Dae ya se parecían tanto que Arthit no podía imaginarse a Dae con otra mirada que no fuera igual a Kongpob.

Un día, el niño en la sillita de coche iba a romper muchos corazones. Arthit sonrió.

—¿Cuánto crees que tu papá tardará en venir? —Preguntó a Dae . — Dijo que no debería ser mucho, pero no confío en él. Ya sabes que le gusta llegar a casa tarde.

Dae sopló una burbuja de saliva. Arthit se alejó para buscar en su bolsa de pañales una toallita. Regresó y limpió la cara de Dae , luego le sonrió con una especie de adoración tontorrona que brotó de lo más profundo de su alma.

—Sabes que todo te va bien cuando tienes a hombres adultos limpiándote la cara por ti. —Arthit sacudió la cabeza. —Nos tienes comiendo de tu manita, ¿a que sí?

Dae alcanzó algo que Arthit no podía ver. Arthit intentó abrir su mano e Dae la apretó y tiró. Empezaba a fortalecerse. Durante los últimos días, Arthit había notado que comenzaba a retorcerse. No pasaría mucho tiempo antes de que se diera la vuelta, y a partir de ahí, solo sería cuestión de tiempo hasta que estuviera gateando.

—Me vas a hacer sudar la camiseta, ¿verdad? Te has portado muy bien hasta ahora, pero es solo porque te estás reservando hasta que puedas moverte libremente.

Dae se metió una manita en la boca y masticó.

—Y ya estás empezando a echar los dientes, ¿verdad? —Arthit rio.

Se movió lentamente en la silla hacia adelante y atrás, mirando a Dae mientras mantenía sus piernas ocupadas. Nunca pensó que se enamoraría del hijo de otro hombre, pero Dae le probó que estaba equivocado. Todo de él era adorable, incluso cuando mantenía a Arthit despierto de noche.

Desde hace tiempo, jugaba con Dae, probando sus reflejos y presentándole nuevos objetos y texturas. Una de las cosas favoritas de Dae para jugar era cualquier cosa que se arrugara, pero a menudo no tenía la oportunidad de disfrutarlo porque la segunda cosa que le gustaba era llenarse la boca con el objeto arrugable. Sin una vigilancia de cerca, era un peligro de asfixia. Pero ahora, sin nada más que hacer que interactuar con Dae mientras esperaban a Kongpob, Arthit lo dejó jugar con la bolsa de toallitas húmedas mientras Arthit lo sostenía firmemente.

Vida de PapáWhere stories live. Discover now