—Ajá. —La mecedora estaba colocada permanentemente en la sala de estar, Dae se adaptó perfectamente. A Arthit no le sorprendió en lo más mínimo cuando Kongpob lo acostó y encendió el mecanismo de balanceo. El pequeño clic fue un consuelo para los tres, una señal de tiempos tranquilos por venir.

Arthit dejó el desayuno en la mesa del comedor y estaba a punto de tomar los cubiertos cuando se topó con Kongpob. Parecía que Kongpob iba camino de hacer lo mismo. El olor de su perfume era sutil, pero en la cercanía, se enroscaba en las fosas nasales de Arthit y agitaba aún más su excitación. Todavía estaba duro, y estar tan cerca de Kongpob no estaba ayudando.

—Ah, yo, eh... estaba a punto de ir a por los tenedores, —explicó Arthit. —Siento haberme chocado contigo.

—Siéntate. Yo los traeré. —Había un tono firme, pero tranquilizador en las palabras de Kongpob que relajó a Arthit. Kongpob se preocupaba por él, y no tenía miedo de hacerse cargo cuando lo necesitaba. El pensamiento se sumergió directamente en la ya endurecida polla de Arthit.

Arthit hizo lo que le dijo, y rápidamente estaban tomando el desayuno juntos. Kongpob ya sabía cómo le gustaba el café a Arthit, y Arthit sabía cómo le gustaban a Kongpob los huevos, y durante esa pequeña ventana de tiempo, se deleitaron en su felicidad doméstica.

Así es como se siente estar en una relación afectuosa.

Podría acostumbrarme a esto...

—Gracias por el desayuno. —El plato de Kongpob estaba vacío. — Tengo que entrar más temprano al trabajo esta mañana, pero espero que signifique que no llegaré muy tarde esta noche. Te escribiré cuando lo sepa.

—Entendido. —Arthit asintió. —Que tengas un buen día.

No creía que debiera por ser su jefe, a acompañar a Kongpob hasta la puerta, pero un instinto le dijo que siguiera adelante de todos modos. Arthit siguió a Kongpob hasta la puerta principal, luego se apoyó contra el marco de la puerta mientras Kongpob arrancaba el coche y salía a la carretera. Arthit sacudió la mano mientras Kongpob se abría paso por la calle y Kongpob le devolvió el gesto de la misma manera.

Encandilado, Arthit entró en casa y cerró la puerta. Estaba mal estar embobado por su jefe, pero eso no le impedía seguir a Kongpob como un cachorrito perdido.

Y tal vez, de alguna manera, estaba perdido. Sin una meta a la vista, Arthit había alcanzado un punto en su vida en el que no estaba seguro de qué esperaba. Pero con Kongpob allí para ayudarle, ni siquiera estar perdido podría detenerlo demasiado tiempo.

Un poco después de las diez de la mañana, mientras Arthit estaba asegurando a Dae en su sillita preparándose para pasar la mañana caminando por el paseo, sonó su teléfono. Arthit se aseguró de que Dae estuviera seguro, luego descolgó sin mirar. A veces, a Kongpob le gustaba llamar durante el día para asegurarse de que Dae estaba bien, y Arthit asumió que era él.

—Hola, —Arthit dijo alegremente. —¿Cómo está yendo tu día?

—¿Hola? —Una voz masculina respondió. Ni por asomo era Kongpob .

Arthit, horrorizado, se plantó una mano sobre la cara y trató de salvar la situación.

—Lo siento. Pensé que me estaba llamando otra persona. Mi error. ¿Con quién estoy hablando?

—Mi nombre es Hyu. —El hombre hablaba de manera ligera, pero había un toque retorcido en su tono que hizo que el estómago de Arthit se revolviera. —Warut me dio tu número. Me gustaría algo de compañía para...

—No, lo siento. —Arthit habló con demasiada premura para mantener el tipo. Sus mejillas ardían por la vergüenza, incluso aunque no había nadie viéndolo. —Ya no hago eso.

—Hay miles de wones esperándote.

—No. —Arthit apretó los labios. Se alejó la sillita, dejando unos cuantos pasos entre él y Dae. No parecía decente tener una conversación como esta con un niño presente, incluso aunque Dae no pudiera entender nada. —Lo siento, no es por el dinero. Me he salido de ese juego. Dile a Warut lo mismo.

Arthit no veía a Warut desde hace un año. Debía haberlo impresionado si Warut todavía hablaba de él. ¿A cuántas personas más se lo ha dicho? ¿Cuántas más tienen mi número?

—Eso es muy malo. He oído cosas dulces sobre ti. Ya sabes, si es Warut quien te amargó...

—No. No, es eso. —Arthit quería colgar desesperadamente, pero tenía más decencia que eso. —Me he graduado y estoy trabajando a tiempo completo. Me siento halagado, de verdad, pero vas a tener que encontrar a alguien más. Lo siento. Espero que pases un buen rato esta noche.

—Gracias. —Hyu vaciló. —Adiós.

La llamada terminó. Arthit dejó escapar un profundo suspiro por la nariz, luego cuadró los hombros y se prometió a sí mismo que mientras estuvieran fuera, pasaría por su tienda de telefonía en el centro comercial y cambiaría el número. Debería haberlo hecho antes, pero con la mudanza repentina, se le había olvidado.

Arthit no quería tener nada que ver con la persona que había sido en la universidad. No quería pensar más en esos tiempos. De aquí en adelante avanzaría, no retrocedería, y se negaba a mirar por encima del hombro hasta que no estuviera tan por encima que su pasado no fuera más que una molestia en el horizonte.

Este trabajo era bueno para él. Esta casa era buena para él. Kongpob era bueno para él.

Arthit no iba a arruinar eso persiguiendo más dinero. Tenía lo suficiente en su cuenta de ahorros para mantenerse cómodamente, y estaba libre de deudas. Con el dinero honesto que ganaba como niñero de Dae, no necesitaba más.

—¿Estás listo para salir por algo de diversión? —Arthit preguntó a Dae, volviendo hacia la sillita del coche. Dae miró a Arthit con sus grandes ojos oscuros. La baba le resbalaba por la barbilla, así que Arthit tomo una toallita de la bolsa de pañales y le limpió. — Vamos a tomar un poco el sol, respirar aire fresco y ver las vistas. Será genial, ¿a qué sí? Arthit pasó el brazo por el asa superior de la sillita para bebés y la levantó. La bolsa de pañales ya estaba colgada de sus hombros. El carrito estaba plegado y metido en el maletero de su coche.

Estaban listos para su día libre.

Mientras salían por la puerta y Arthit cerraba, trató de pasar por encima del miedo y la culpa construyéndose en su pecho, justo detrás de sus pulmones. Ahora vivía con Kongpob, pero no era como si le debiera a Kongpob ningún tipo de lealtad emocional. Los viernes por la noche y el fin de semana los tenía libres. Si realmente quisiera ganar más dinero, podría hacerlo. Kongpob no podría detenerlo.

Pero seguir en eso se sentía mal.

Arthit ató firmemente la sillita a la parte trasera de su vehículo, luego suspiró mientras se acomodaba en el asiento del conductor. Habían cambiado tantas cosas en tan poco tiempo que todavía sufría de pinchazos cervicales. Lo que importaba era que finalmente estaba en el camino hacia el futuro que quería, libertad financiera, vida familiar.

Si tan solo los fantasmas de lo que antes hacia antes se fueran a la mierda y lo dejaran en paz.

Arthit hizo a un lado su decepción y decidió que sería un buen día independientemente de la llamada telefónica. Iba a dar un paseo con Dae, conocer el barrio y deshacerse de su antiguo número de teléfono. No tenía absolutamente nada de qué preocuparse. Lo que importaba era adonde iba, no de dónde venía. No dejaría que el pasado lo arrastrara hacia el fango.

Vida de PapáWhere stories live. Discover now