Capitulo 3 | El Rey de Nunca Jamás

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Gritó Merida.

- No puedes mandarlos a pescar, no hoy, las sirenas estarán ahí. –

Peter sonrió, probaba una teoría con la Princesa.

- Tú no quieres cazar, no quieres hacer tu castigo y ya dije que no perderé tiempo. –

Félix y Peter se alejaban del lugar, dejando sorprendida a Merida "¿En serio es capaz de mandarlos a una muerte segura?"

- ¡No! Yo cazaré lo de hoy, no los envíes a la laguna o a donde sea que vayan a pescar. –

Peter regresó a la jaula.

- ¿Harás tu castigo? ¿Harás tu parte de hoy? –

Merida apretó los dientes, sabía que lo único que quería Peter Pan de ella era obediencia, así que se había renegado cada vez que podía; pero en esa situación no quería exponer a los niños pequeños, todos ellos habían sido amables con ella desde que llegó y la Princesa había entendido que los más pequeños estaban embelesados por Peter Pan.

- Si Peter, yo cazaré la comida de hoy. –

Él sonrió y abrió la jaula para dejar salir a la Princesa. Tragándose su enojo, Merida siguió a Félix y a Peter; llegando al campamento de los niños perdidos Félix regresó a sus tareas y Merida con Peter fueron a la cabaña de armas. Solo Peter entró y salió con un arco y flechas, lo cual sorprendió a Merida cuando le extendió el arma que conocía muy bien; otros días le habían dado una daga, lanza o hasta material para una trampa.

- ¿Por qué me das esto? -

- Perdí mucho tiempo con tu berrinche. Quiero que hagas tu tarea bien y rápido. Pero cuidado Princesa, no quiero que ni siquiera intentes algo estúpido. –

Ella tomó el arco, las flecha y se fue directo al bosque; Merida haría su trabajo del día. Peter la vio perderse entre los árboles y después de un momento Félix se paró junto a él.

- ¿Entonces? –

- Los niños... los niños son su debilidad, es demasiado noble y buena. Voy a usar eso. –

- ¿Qué piensas hacer Peter? –

- No lo sé en concreto, pero empezaré a trabajar. Iré con las sirenas. –

Y se fue volando. Félix se aseguró que todo funcionara bien en el campamento.

Merida cazaba en el bosque. Se sentía frustrada, ella misma sabía que había caído en la trampa de Peter Pan, pero no podía dejar que los pequeños corrieran peligro, porque entendió que era capaz de ponerlos en riesgo, le quedó muy claro.Ya había pasado un mes, un maldito mes en el que la Princesa había hecho hasta lo imposible para escapar, generar ideas o algo simple como alejarse del campamento y de Peter Pan, pero era inútil. Peter era el maldito dueño de la isla y claro que disfrutaba serlo. En ese momento se encontraba en la laguna de las sirenas disfrutando uno de sus placeres; no era un secreto que las sirenas habían intentado ahogar a cada una de las chicas que Peter había llevado a la isla como candidata a niña perdida, porque las sirenas solo querían a Peter para ellas mismas.

- ... y solo digo que no es necesaria, nos tienes a nosotras. –

Peter flotaba en la laguna y la sirena mayor, Adara, acariciaba su cabello.

- No tratarán de ahogarla ¿Verdad? –

- No prometo nada. –

- Adara... te lo advierto. –

La sirena lo soltó y él nadó a la orilla para sentarse en el borde. Adara continuó con su papel de complaciente.

- ¿Ya te dije lo bien que te ves sin camisa? –

Nunca JamásOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz