Capítulo 5

1 0 0
                                    

Al caer la tarde, Jen y yo salimos de la cabaña. Thomas nos espera a ambos sentado en un tronco cortado, junto al hogar. Nos mira cuando nos acercamos a su posición y carraspea con fuerza, antes de levantarse. Mi mano derecha porta las cañas de bambú, y mis ganas de que llegue el momento de fabricar el arco aumentan por momentos. Es a lo único que le he dado vueltas desde que terminamos de comer, bueno, me atrevo a decir que desde que cortamos las propias cañas.

Ladeo la cabeza para mirar a Jen y veo cómo se coloca la coleta, apretando el coletero para asegurar la sujeción de su pelo moreno. Por mí parte, me basta con aumentar mi paso hasta llegar frente a Thomas. Dejo las cañas en el suelo y suspiro, tragando saliva antes de mirar con firmeza al hombre.

El viento en esa parte del bosque sopla un poco más fuerte. Puedo notar la humedad del río en el rostro y escuchar el ruido del agua que cae por la cascada. Thomas me mira fijamente, como yo mismo lo hago, antes de sacar del bolsillo trasero de su pantalón unas tenazas. Mi cara debe ser un poema, porque suelta una pequeña carcajada al ver la herramienta.

Coge mi mano y me pone las tenazas en la palma, echándose a un lado después.

—Ahora, siéntate y corta las pequeñas ramitas del bambú. Tienen que quedar lisas así que tendrás que usar la fuerza para poder arrancarlas por completo. Cuando las tengas todas, junta las cañas de modo que una mitad queden mirando boca el cielo y la otra mitad hacia el suelo. Sigue la punta fina de cada una para hacerlo —explica, consiguiendo toda mi atención.

Agarro las tenazas con fuerza y bajo la cabeza para verlas, ahí, en mi mano. Tuerzo los labios y vuelvo a mirar a Thomas, que señala el tronco cortado. Pillo la indirecta al instante y me siento en él, cogiendo la primera rama de bambú del suelo. Sujeto esta y comienzo a utilizar las tenazas para deshacerme de las ramitas que salían del tallo principal. Me iba a llevar tiempo, así que intento no desesperarme y entrar en un ambiente lo más calmado posible.

—Estaremos detrás de la cabaña, vente cuando termines —dice Thomas—. Vamos, Jen. Nosotros también tenemos trabajo.

Levanto la cabeza y miro a ambos por última vez, cuando se marchan. Asiento para mi propia persona, siguiendo y recordando las órdenes de quien podría ser mi mentor oficial. Sin perder un segundo, prosigo con mi trabajo, para conseguir limpiar las cañas lo antes posible, aunque careciendo de prisa. Quería que saliese bien.

Echo un vistazo al sol, para medir el tiempo que me iba a llevar aquello. También, necesitaba saber cuándo volver con Thomas y Jen. No podíamos pasar aquí ni un segundo de noche, obviamente, por una posible aparición de los Oscuros.

Cortar las ramitas no resulta complicado, ya que tengo la fuerza necesaria como para arrancarlas de un solo golpe de muñeca. Lo que más trabajo lleva es enganchar estas con las tenazas, debido a veces se escurren o quedan poco sujetas, resbalándose por el metal al ser de tan pequeño tamaño. Una vez limpio tres ramas, suspiro y me relajo, apretando los puños para recobrar la total movilidad de las articulaciones influenciadas en la hazaña.

Cuento por encima el número de cañas que quedan aún, siete, y estiro los hombros para mirar de nuevo al cielo. El sol ya apenas alumbra, por lo que no es necesario cubrirse el rostro para mirar directamente.

Me pregunto qué estarán haciendo Jen y Thomas en la parte de atrás de la cabaña. No conseguía escuchar nada ya que el único sonido que percibo, aún lejano, seguía siendo el de la cascada. Decido no levantarme a mirar y seguir con lo mío, lo más probable es que estuvieran hablando o practicando la tan preciada puntería de Jen.

Las ramitas que ya he cortado cubren la tierra superficial del bosque. En la zona en la que nos encontramos, la hierba crece en diversos sitios, pero no cubre toda la superficie. Tampoco es demasiado larga, aunque dudo que Thomas o Rose se encarguen mucho de podarla en algún momento. Realmente, toda la hierba del bosque es bastante corta. Apenas quedan hojas secas depositadas en el suelo, y los árboles están cubiertos de vida vegetal en ellos, a pesar de haber iniciado la primavera hace poco tiempo. Parece ayer cuando poderosas nevadas cubrían toda la zona, dejando ver un simple y blanco paisaje que no permitía la presencia de ningún otro color.

El mundo oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora