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DESPUÉS DE QUE DAK SE VA, las cosas son… nebulosas. ¿No es como lo

describen siempre? Las víctimas de un desastre catastrófico. Que, en los momentos

después, todo es muy confuso. Irreal.

Le digo a Erin que estoy enfermo. Su sonrisa es triste y compasiva. Antes de

llegar al ascensor, miro atrás hacia la oficina de Dak, esperando volver a verla.

Sólo para atormentarme a mí mismo.

Pero la puerta está cerrada.

Está lloviendo. Un aguacero de invierno. La clase que empapa la ropa y te

da escalofríos de adentro hacia afuera. No me molesta.

Camino a mi apartamento, entumecido y aturdido. Como un zombi de

alguna película de terror de bajo presupuesto que no reacciona, ni siquiera cuando

se corta su propio pie con una motosierra.

Pero cuando atravieso la puerta — ahí es cuando mis sentidos patean.

Cuando empiezo a sentir otra vez. Y siento a Dak.

Por todas partes.

Todavía puedo ver sus ojos, pesados con deseo y con calor. Escucho sus

susurros en mi oído cuando caigo en la cama. Su aroma cubre mi almohada. Y no

puedo pasar por alto el hecho de que ella estaba aquí hace unas horas. Y que yo

podía tocarla, mirarla y besarla.

Y ahora…no puedo.


Es como cuando alguien muere. Y no puedes creer que realmente se hayan

ido porque tú estabas con ellos ayer. Estaban ahí contigo, vivos y reales. Y de ese

recuerdo es del que te agarras— el momento que tú más lloras.

Porque fue el último.

¿Cuándo sucedió?

Eso es lo que no entiendo. ¿Cuándo Dak se volvió tan importante para mí

que no puedo funcionar sin ella? ¿Fue cuando la vi llorando en su oficina? ¿O la

primera vez que la besé en la mía? Tal vez ocurrió cuando Anderson la insulto, y

yo quería darle una paliza. ¿Fue la primera noche en el bar? ¿La primera vez que

me miró con esos infinitos ojos castaños y yo sabía que debía tenerla?

¿O fue aquí? ¿En mi apartamento? En cualquiera de las miles de veces que

la toqué…

enredadosWhere stories live. Discover now