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La tripulación lentamente comenzó a despertar. El sueño había abarcado unas 12 horas y el hambre en cada uno de ellos era voraz.

Agradecían el haber cosechado vegetales y frutas en aquella isla para entonces, había suficiente para que coman 2 platos por persona, sin necesidad de utilizar aquel recurso de puré con ingredientes misteriosos.

Asami aún se encontraba en cubierta con Korra sobre su regazo para el momento en que Haru se asomó en busca de su jefa.

La última vez había sido igual. Inconsciencia total durante unas 10/12 horas, hambre voraz al despertar y la morena dormía dos días seguidos con heridas que curaban a una velocidad sorprendente, pero que dejaban una marca.

—Déjame, la llevaré a su habitación. —Aquellos ojos esmeralda se encontraban apagados, adornados con bolsas púrpuras por debajo y sus labios se encontraban secos. —Ve a descansar y a comer algo, Asami. Gracias por cuidar de la jefa mientras dormíamos.

Ni siquiera respondió de manera gestual, sólo observó el delgado pero marcado cuerpo del maestro tierra llevarse consigo el inconsciente cuerpo de la mujer que todavía amaba. 

Aquella escena le costó procesar. Había presenciado los últimos minutos de batalla y los había sufrido, aunque no tanto como la morena.

Verla recibir tales heridas simplemente para proteger a su tripulación le recordó que su Korra, aquella infantil que siempre buscaba competir por algo y se emocionaba fácilmente, seguía por allí dentro, peleando con los traumas que aquella gente con medios cuestionables de plantear sus ideas le habían causado.

Sabía que Raava seguía dentro de ella, que la había recuperado, pero no sabía que, ante la costumbre, su cuerpo sería tan débil a su ausencia como para recurrir a Vaatu mismo. 

Su cabeza giraba en torno a tantas cosas que debía procesar, que el hambre y el sueño no eran una opción por el momento.

Simplemente sacudió su cabeza, pasó por la cocina a tomar una fruta, y continuó con su trabajo pendiente, dándole la espalda a la morena para intentar evadir cualquier pensamiento relacionado, fallando.



—¿Señorita Asami? ¿Aún no ha dormido? ¿Comió algo? —Haru la invadió de manera sutil apenas la vio ingresar sobre cubierta, siendo horas tardes en la noche.

—Tranquilo, Haru. No tenía mucha hambre y había trabajo pendiente para hacer, así que decidí quedarme despierta. —Sin respuesta alguna de parte del joven, continuó la conversación luego de unos minutos. —¿Haces guardia?

—Todos lo hacemos. Tomamos turnos cortos, pero hoy principalmente debo cubrir aquellos que la jefa normalmente hace, debido a su estado. 

—¿Ha... pasado esto antes? —Una inútil pregunta, pensó luego de pronunciar aquellas palabras. Las cicatrices en el cuerpo de la morena declaraban abiertamente que no había sido la primera vez, pero los detalles debía conocerlos, y seguro los encontraría fingiendo que no tenía idea de lo que había sucedido horas antes.

—Sí, en nuestro viaje a ciudad República, volviendo de la tribu de agua del norte. Traspasando el templo de aire del oeste, nos cruzamos con un sector de turbulencia leve, pero era algo más que una simple turbulencia. La jefa Korra necesitó de nuestra explícita aceptación al protocolo de manera inmediata. Era un sentimiento similar al que tuvimos hoy. —Respiró profundamente, observó en el horizonte la abrumadora oscuridad de la noche y continuó. —Como segundo al mando, fui encargado de encerrarnos a todos en las habitaciones y no salir hasta dentro de unas horas. La turbulencia comenzó una vez más y estábamos consternados, pero no hacíamos más que sentirnos cada vez más y más cansados hasta caer dormidos.

—¿Korra dijo algo de lo que pasó mientras se encontraban allí?

—No, jamás mencionó nada. Salí una vez me desperté y la encontré desmayada en cubierta a plena luz del día siguiente con su chaqueta desgarrada hasta mostrar su piel con cicatrices en la espalda y antebrazos... Durmió por dos días consecutivos. Estaba muy preocupado y me costó algo de trabajo manejar la tripulación por mi cuenta en ese tiempo.

—Si eres el segundo al mando por pedido personal de ella, entonces confía en que puedes hacerlo.

—Lo sé. Me lo hizo saber con muchas de sus acciones. Confía en mí, casi tanto como yo confío en ella. —El estómago de la pelinegra se retorció al escuchar esas palabras. 

¿Qué sentido tenía? Simplemente explicó la confianza mutua que floreció en su relación laboral. ¿Por qué se sentía de esa manera? Su simple mención le causó una sensación de desagrado tan fuerte como cuando se enteró de la traición de su padre.

—Deberías ir a descansar, mañana será un día ajetreado para todos.

—Lo sé. Apenas salga el sol deberías ir a descansar un poco tu también. Suerte en la guardia. —Le respondió de manera honesta, dirigiéndose a la habitación que compartía con la morena.

Ingresando a la misma, jadeos le llamaron la atención.

—¿Korra? Oye... Estoy aquí. —Se acercó a la cama, consolando aquellos ojos zafiros abiertos de par en par, tal como la habían consolado a ella antes durante sus pesadillas. —¿Puedo? —Señaló la cama, pidiendo permiso para acomodarse allí junto a ella.

Sin respuesta alguna, Korra se movió a un costado adolorida, indicando que no tenía problema con ello. 

Se acomodaron, una cerca de la otra, los ojos esmeralda observando la espalda de la dueña de aquellas sábanas, sintiendo la nostalgia invadir su cuerpo y mente.

Aquellos ojos zafiros observaban la nada, sin voluntad de girarse y mirar aquel bello rostro de cerca. Se encontraba demasiado cansada, todavía no había cumplido su lapso de sueño luego de la pelea, estaba segura.

Las traviesas manos de Asami recorrieron las cicatrices que se escabullían fuera de la musculosa de Korra, logrando un escalofrío en el cuerpo ajeno.

—Asami.

—¿Dime?

—Creo que deberías detenerte.

—¿Por qué, Korra? —Sin respuesta alguna, continuó, sintiendo cómo se conectaba una textura por sobre otra, escuchando la acelerada respiración de la morena.

—Asami...

—Está bien, entendí. Sólo estaba sorprendida de que se hayan curado tan rápido... —mintió. Sabía con anterioridad las pocas debilidades del avatar, pero se había guardado aquellos detalles para ella. —¿Puedo abrazarte?

—Sí... Si estás bien con ello...

—¿Me podrías mirar, entonces?

Se limitó a no responder esa pregunta ni a seguir aquella conversación, se encontraba al límite de la sensibilidad para procesar todo aquello en una noche.

Cerró sus ojos, sintiendo cómo algunas lágrimas se escapaban de estos, mientras caía dormida en los brazos de la mujer que amaba.

Reencuentros [Korrasami]Where stories live. Discover now