"La Muda"

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Nota aclaratoria: A pesar de que la historia de Stella comenzó siendo una historia real, el final es ficción.

Stella llegó a la casa de los Buriticá cuando tenía quince años, vivía en un orfanato donde llevaban niños con capacidades especiales. Era una mujer de baja estatura, delgada, de tez blanca, nariz aguileña y ojos negros. Una señora la encontró deambulando por la calle cuando tenía tres años de edad y la llevó al orfanato, no tenía identificación, no se sabía nada de su familia, además tenía un retraso, una discapacidad auditiva y no podía hablar. En el orfanato la recibieron y la educaron con otras niñas con sus mismas capacidades, en labores como tejer, coser y cocinar.

Los Buriticá necesitaban alguien que les ayudara con el aseo de la casa y fue así como Francisco, su hijo sacerdote, decidió llevarla a vivir con ellos. El sacerdote acostumbraba sacar a este tipo de niñas de orfanatos, para llevarlas a vivir en casas de familia y amigos, generando así, un mutuo beneficio, mientras las niñas colaboraban en el hogar, recibían comida y techo. Después de los dieciocho años no podían estar en orfanatos, por su mayoría de edad, lo que ocasionaba que terminaran en la calle, con malos vicios o violentadas por la sociedad. Doña Leonor, madre de Francisco, ya estaba desgastada por los años y requería un poco de ayuda con el aseo y don Jacobo aceptó lo que quería su mujer.

A la muda, como le decían los nietos de doña Leonor, le gustaba escaparse de su casa a escondidas a buscar hombres de todas las edades, se bañaba desnuda en el patio para que la vieran y hacía constantemente gestos obscenos con su rostro y manos, además de acosar a todos los que se cruzaban por su camino. Incluso, un par de nietos de doña Leonor habían perdido su virginidad con ella. Los que la conocían decían que tenía algo en su cabeza. Su comportamiento no era normal.

En algunas ocasiones la vieron ingresando a moteles con diferentes hombres. También se metía en la plaza de mercado donde se escondía debajo de carretillas para hacer travesuras con aquellos que tenían poco dinero para llevarla a otro lugar. Era una mujer bastante testaruda. Cuando estaba en casa se la pasaba peleando con las mujeres, a los hombres no les buscaba pelea. Doña Leonor se debía llenar de paciencia para aguantar sus tratos, pero sabía que "El Señor", como decía ella, le había puesto en su camino a esta mujer, para que hiciera obras de caridad y así alcanzar el reino de los cielos.

Stella vivía su vida de forma desordenada, no tenía cuidado con quien estaba ni se cuidaba. Lo único que le apetecía era complacerse y hacer que sus compañeros se sintieran bien. Un día comenzó a notar que su vientre se estaba hinchando y que su periodo no venía, no entendía qué pasaba con ella y continuó con su vida de la misma forma.

Un Jueves Santo llegó a su casa con el rostro marcado de tristeza y rabia. Se tocaba constantemente su abdomen, el cual era protuberante, llegó directo a su cuarto donde se encerró tres horas, para posteriormente salir a preparar la comida de toda la familia. Se veía pálida y de sus piernas goteaba sangre que iban marcando su paso por la cocina. Don Jacobo ingresó al cuarto en el que Stella dormía y encontró una escena dantesca. Por todos lados se veían agujas de varios tamaños, gasas, trapos y algodones. La cama, el piso y las paredes estaban untadas de sangre. Sobre la cama notó una masa deforme, cuando se acercó descubrió que era un feto humano, tenía unos pequeños cuernos y cola de caballo, aún se encontraba unido a la placenta. No podía creer lo que estaba viendo, por lo que llamó a sus nietos para que confirmaran que él no estaba loco y para que le ayudaran a limpiar el cuarto y botar los restos de sangre y animal, que se encontraban allí.

Stella no quiso ir al médico ni tampoco contar qué había sucedido. Comenzó a debilitarse, su cuerpo era cada vez más delgado y comenzó a generarse en el ambiente un olor nauseabundo, ya que de su entrepierna salía un líquido espeso y amarillento. No volvió a comer, ni podía levantarse de la cama. Después de quince días sufriendo, donde mostraba su dolor a través de muecas y retorcijones, finalmente, murió. Medicina Legal se llevó el cuerpo para la morgue para identificar la causa de su muerte. La necropsia indicó que Stella había muerto por una infección en su vientre.  Duró tres meses en la morgue, mientras los Buriticá hacían los trámites para sepultarla, debido a que nunca se legalizó su identificación. Al recibir sus restos, la familia la enterró en el jardín de su casa, al lado del feto mitad animal mitad humano que había albergado en su vientre.

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