La tierra se nos deshace

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No había medicinas, ni comida, y el trabajo era algo parecido a la esclavitud.

—Pero se lo mostraremos. Les diremos bien claro lo que queremos. ¿Qué es lo que queremos? —animó Silco.

— ¡Libertad! —repitió la multitud varias veces.

— ¡Eso es! No nos mantendremos en silencio. Lucharemos —inmediatamente, la gente coreó, y tuvo que alzar la voz para terminar el discurso—, por la independencia de Zaun.

—Creía que iba a ser una manifestación pacífica —le dijo Mylo a Lysianna, intentando que se le escuchase por encima del barullo.

—Es una forma de hablar de Silco, no te preocupes —lo tranquilizó la joven, aunque opinaba igual que Mylo.

RUIDO

Un hombre con malas pintas echó una ojeada a Lysianna y Mylo. El instinto de ella le advirtió que se acercaría, por lo que se puso delante de Mylo para protegerlo.

—Eh, niño, ¿qué coño haces aquí? —preguntó el hombre en el momento exacto en el que Mylo se escondió detrás de Lysianna.

—Viene conmigo. ¿Algún problema? —dijo ella sacando pecho.

—No te escondas, vamos —hizo el ademán de estirar un brazo para coger a Mylo, pero Lysianna se puso de por medio y le clavó el dedo índice en el esternón.

—Como le pongas una mano encima te la corto en pedazos, ¿me oyes?

El hombre hizo un movimiento amplio y brusco con sus brazos, dándole un empujón a Lysianna.

— ¡No me toques, joder! —vociferó el hombre.

— ¿Cuál es tu puto problema, eh tío? ¿Vienes buscando pelea? Métete con alguien que tenga el pito tan largo como tú. Espera, ¿por eso te estás metiendo con un niño?

Lysianna sabía que con ese comentario solo se metería en un lío, y que como mínimo saldría con la cara amoratada. Pero por suerte, alguien se metió por medio con calma, y ambos se callaron.

Silco era quien se había metido de por medio, y gracias a eso el hombre se pensó dos veces lo que estaba a punto de hacer: darle un buen puñetazo en el estómago a Lysianna.

—Guardad esas energías para la protesta. Recordad que estamos todos juntos en esto —intervino Silco—. ¿Qué pasa aquí?

Como acto reflejo, Lysianna escondió de nuevo a Mylo detrás de ella.

El niño estaba sin habla, el ojo de Silco le daban escalofríos y su mirada era como una espada que se te clava en las entrañas. Además, estaba el hombre que tanto se había interesado por él.

— ¿Pero qué tenemos aquí? —dijo Silco al ver al chico—. ¿Eres tú quien ha causado tanto alboroto?

Silco le echó una mirada al hombre, y este se estremeció.

—Oh, no lo habrás molestado, ¿no? —preguntó al hombre, que negó con la cabeza enseguida.

—Yo solo...

—Eso no está nada bien —lo cortó Silco—. Los niños son el futuro —de repente su amable voz se cambió para dar una orden—. Lárgate.

Aquello no sonaba como una súplica, sino como una amenaza. El hombre se marchó en seguida, y Silco se posicionó frente a Mylo y Lysianna.

— ¿Quién es tu pequeño amigo? —le preguntó a Lysianna.

—Es mi hermano —respondió tan seca como pudo.

Silco sonrió con nostalgia, y algo en su mirada cambió, aunque a ojos de Lysianna no parecía ser nada bueno.

— ¿Sabes? Yo también tuve un hermano. Pero me traicionó. Debes tener cuidado con las personas en las que depositas tu confianza, un día podrían volverse contra ti.

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