11: Luna llena, noche sin estrellas

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Arian se tensó cuando la luz de la luna casi llena acarició su piel desnuda. Sin embargo, se relajó unos segundos después cuando se sumergió hasta la cintura en las aguas plateadas del lago donde siempre se bañaba.

No dejaba de encontrarlo curioso. Jamás hubiese pensado que la muerte tomara baños.

—Ven conmigo —invitó por primera vez en todo el tiempo que llevaba ahí.

Así que eso hice.

El agua estaba tibia cuando entré despacio en ella, rompiendo el perfecto espejo que creaba del cielo. La luna se reflejaba en el agua, al igual que las estrellas y las miles de llamas de las velas que nos rodeaban y que me hacían sentir observada, así que cubrí la desnudez de mis senos con un brazo hasta que el agua fue suficiente para ocultarme de esas vistas indecorosas.

Cuando estuve a su lado, Arian tenía los ojos cerrados y parecía muy concentrado en algo.

Abrió sus ojos plagados de estrellas para mirarme y, por una vez, su expresión era tierna. Una pequeña sonrisa, una mirada suave. Tal vez era su reacción ante mi desnudez, o ante el sonrojo que sentía teñirme las mejillas. Como fuere, esa expresión me llenó por dentro de una forma que no conseguí explicar.

—Has sido una compañera bastante interesante —comentó antes de que pudiera decir nada—. La muerte jamás había tenido a alguien a su lado.

»Casi es momento de decirnos adiós, Remy —murmuró circunspecto—. La luna llena está muy cerca y alguien ha comenzado un ritual. Sé quién tiene la llave, y sé qué es lo que planea hacer con ella.

—¿De qué hablas?

—¿Recuerdas que te hablé de esa diosa que creó la llave?

Asentí despacio, no muy segura de querer seguir escuchando.

—Dijiste que la usó para tenerte como una especie de esclavo —recapitule.

—Exacto. Y ahora la llave ha vuelto a ella. Está preparando un hechizo para liberar el caos otra vez. Usará tu sangre y la de alguien más: una para abrir la puerta, y otra para liberar al caos.

—Pero si sabes dónde está podemos ir a buscarla, ¿no? —me exalté, pero Arian negó con la cabeza.

—No hasta que alguien esté muriendo. Ella está aún en el mundo humano, recuérdalo.

»También estoy casi seguro de que quien sea que haya causado ese incidente en la cañada estaba trabajando con ella —suspiró—. Tenían a un traidor entre sus filas y por eso tú terminaste muerta y atrapada aquí. No se suponía que sucediera.

Hice una mueca y, de haber estado viva, mi corazón se hubiese saltado un par de latidos.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunté. La situación era peor de lo que había pensado.

Antes solo había tenido que preocuparme por mí misma, por mi propia alma, pero con ese giro de acontecimientos, todas las velas que titilaban a nuestro alrededor dependían de ello. Cientos de miles de almas.

—Debe haber una forma de evitarlo, ¿no? —insistí—. Si podemos llegar a ella antes de que haga el sacrificio...

Arian asintió, dejándome saber así que ese era su plan.

—Iré allá a levantar el alma del sacrificio. Debo hacerlo como parte de la rutina. Entonces me enfrentaré con ella, y tal vez haya una pequeña posibilidad de poder recuperar la llave antes de que el alma se separe del cuerpo del sacrificio.

A pesar de la firmeza en su voz, no pude evitar notar que no estaba diciendo algo.

—¿Qué sucede? —exigí, aunque mi tono fue más suave de lo que esperaba, casi una pregunta condescendiente.

La puerta de la Noche EternaWhere stories live. Discover now