Green

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Por fin había encontrado un sitio libre para sentarse. Se encontraba agotada de pasear a Titus y se merecía ese buen descanso después del largo paseo que había dado con el canino. Sus pies se lo agradecían. Su premio extra: un enorme helado doble de vainilla bañado con jarabe de chocolate. Hacía mucho que no tenía el gusto de comer uno.

Una vez sentada, acomodó sus pertenencias a un lado de ella y se dedicó a relajarse recargando su espalda en la banca de madera, así como estirar un poco sus piernas hacia arriba. Seguido de esto relajó sus hombros soltando un ligero suspiro de alivio. Ya totalmente cómoda, se dedicó a saborear su helado. Titus veía sin entender el ritual realizado por su dueña, así que solo abrió su hocico y bostezó. También descansaría unos minutos. Correr tras la pelota al jugar durante casi una hora y cuidar a su dueña no era una tarea tan sencilla. El gran danés decidió recostarse en el suelo junto a ella, siempre en guardia. Sus ojos tal vez estaban cerrados, pero sus orejas evidenciaban su vigilia ante cualquier anormalidad que detectarán sus sensibles oídos.

Había sido una tarde agradable después de todo. Se agradecía de haber salido después de tanto tiempo, de romper la rutina, despejar su mente y tomarse un tiempo para sí misma y poder brindarle también tiempo de calidad a Titus, al cual comenzó a buscar su cabeza con su mano libre para acariciarla mientras aún se encontraba recostado a su lado.

Antes de poder terminar por completo su helado fue que un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Y sabía que no había sido a causa de la temperatura del postre que degustaba. Permitió que sus sentidos exploraran su alrededor. Sus labios, todavía entreabiertos, ya habían perdido el gran interés del cono de su mano derecha. Se concentró en lo que percibía a su alrededor.

Una ráfaga de viento meció sus hebras azabache sobre su rostro y comenzó a arrastrar consigo algo peculiar en el ambiente hasta donde ella se encontraba. Un casi imperceptible olor a pino y canela comenzaba a picar poco a poco en su nariz.

No era que le molestará tal olor, pero se encontraba en un parque público, por lo que comprendió que dicho olor no era proveniente del tipo de vegetación que en ese momento había a su alrededor.

Provenía de alguien.

Un olor nostálgico, que la hizo recordar en un pasado que había visto en sus sueños, que nunca vivió y que ya no existía.

Por fin había alcanzado la cometa que había estado siguiendo minutos atrás. Cuando sopló el viento con fuerza escapó de las pequeñas manos de Helena. No pensaba reaccionar ante ello, era un simple y estúpida cometa, podrían conseguir otra igual o mejor. Pero al dejar de ver el objeto volar y observar el rostro de su hermana supo que su tranquilidad se esfumaría. Con una boca haciendo puchero y sus ojos a punto de soltar las primeras lágrimas no pudo más que moverse de mala gana de su lugar y correr varios metros hasta lograr alcanzarla.

Al mirar a su alrededor se dio cuenta que se había alejado más metros de lo que se había imaginado.

-Demonios...

Comenzó a mirar a su alrededor tratando de ubicarse, se había alejado lo suficiente como para tardar en reconocer el camino de regreso a su hermana pero, sus ojos encontraron algo llamativo, algo que definitivamente en ese momento no buscaba, que no esperaba encontrar pero de lo que no podía apartar su vista y alejarse.

Su primer encuentro. Uno frente al otro, a una distancia considerable, pero lo suficiente para que él pudiera apreciar los hermosos rasgos de la persona frente a él.

El viento hacía remolinar su largo cabello negro en su sereno rostro y veía cómo delicadamente tomaba algunos mechones traviesos y los acomodaba detrás de su oreja. Sus mejillas se encontraban enrojecidas a causa del caluroso día, pero la hacían lucir de una forma angelical e inocente. Sus labios permanecían entreabiertos, como buscando una respuesta a algo. Aún tenía en la comisura de sus labios rastros del helado que había dejado de comer minutos antes. Inclusive tenía una pequeña mancha en la punta de su nariz. Eso lo cautivó. Pensó en acercarse a ella e informarla, pensó inclusive en ir y limpiarlos él mismo. Imaginó qué tan suave sería el tacto de su piel al rozar su pulgar sobre su boca...o tocar su boca y su pálida piel con sus propios labios.

Retiró rápidamente su mirada de ella con el rostro enrojecido. Se sintió atrevido, vulgar por pensar en ello. Se maldijo a sí mismo. Era la primera vez que esa clase de pensamientos atravesaban su mente.

¿Por qué?

Pero no resistió volver a posar su mirada en ella una vez más. Se veía tan etérea, cómo si estuviera en ese lugar esperando a alguien, esperándolo a él. Incluso quiso acercarse más para comprobar que su imagen fuera real y no algún producto de su imaginación. Lo haría con cautela, pero su cuerpo solo le permitió dar tres pasos al frente. Titus abrió los ojos ante la presencia del desconocido y comenzó a ponerse en alerta mostrando sus colmillos, a nada de comenzar a gruñir. Pasaron unos segundos y pudo percatar algo, lo que lo hizo perder el valor de seguir adelante. Con un gran pesar en su pecho, dio la vuelta y se alejó.

Habían estado uno frente al otro, sus miradas en la dirección del otro por varios minutos, sin embargo, sus claras amatistas en ningún momento cruzaron con sus esmeraldas. Cómo si él no existiera. Cómo si nunca hubiera estado ahí frente a ella.

¿Por qué le dolía tanto pensar que eso fue lo que ocurrió?

¿Por qué sintió esa enorme necesidad de ser notado por aquella chica?

¿Por qué sintió haber encontrado algo que no buscaba pero, ahora que lo había encontrado, sentía que lo necesitaba con todo su ser?

Ella...

Dejó de sentir esa presencia que había hecho reaccionar a su cuerpo cuando sintió a Titus removerse en su lugar. Aún atónita, trato de decir algo, dar una señal de que sabía que estaba ahí. De que la escuchará.

¿Sería él?

-¿Damian?

Sus labios pronunciando el nombre que había escuchado alguna vez entre sueños pero sin llegar a los oídos de alguien. No hubo respuesta alguna. Él se había marchado de ahí. Y pudo comprobarlo, aquel olor a pino y canela se había esfumado de su alrededor.

Fue muy tarde.

Sintió un vacío en el ambiente que poco a poco la invadió. No pensó que su salida al parque le dejaría esa desagradable sensación. No era la primera vez que se sentía así. Con la sensación de que algo en su vida faltara. Cómo si necesitara encontrar a ese alguien en quien había estado soñando. Llegando a pensar que cada escena del sueño que ha tenido fueran piezas de rompecabezas que con el paso de los años ha estado armando hasta llegar al momento cumbre donde se despiden con un beso. Pero eso era algo imposible para ella. Y también algo casi irreal, que en su mente solo estuviera la imagen de ellos dos antes del final de algo. Ese irradiante verde con dorado que en sus sueños la atraía tanto y la llenaba de una inmensa felicidad y una calidez que la reconfortaba cada mañana cuando despertaba.

Pero nunca lo sabría si actuaba como lo hizo hoy. Porque no bastaba sentirlo cerca o percibir su aroma, sino que necesitaba tocarlo. Sólo de esa manera sabría que es la persona que aparece en su mente. La única figura que tiene color y rostro en su vida.

Resignada, se levanta para volver a casa. Titus hace lo mismo. Levanta su mirada y se da cuenta de que algo le mortifica. Busca su mano para lamer sus dedos, tratando de animarla. Ella sonríe ante tal acción del can. Con cuidado, se arrodilla para abrazarlo. Él lame su mejilla.

Tal vez todavía no era el momento. Pero algo dentro de ella presentía que pronto se volverían a encontrar. Y tendría que tomar la iniciativa si la otra persona no lo hacía. Cómo lo había hecho en ese sueño.

-Gracias por cuidarme tanto Titus. ¿Te parece volver pronto? Creo que a la próxima tendremos más suerte.

Obtuvo un ladrido como respuesta.

Volvió a ponerse de pie y buscó con sus manos sus pertenencias en la banca. Se colocó su mochila y tomó la correa de Titus, al tiempo en que extendió su bastón que la ayudaría para comenzar su camino de regreso a casa.

Después de todo, dentro de toda esa oscuridad en la que ella vivía rodeada, había un color verde que permanecía siempre y que ahora le daba esperanza. Era real y dentro de ella, había una sensación que le decía que lo volvería a encontrar en este mismo lugar.


Nota de la autora:

Volví. 😉

En éste y cualquier universo - DamiRae one-shotsWhere stories live. Discover now