JAQUE

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Prólogo 

Prólogo 

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Lo eterno es imposible, y lo imposible siempre se conquista. Lo conquistas cuando vuelas, sueñas, y ríes, cuando el tiempo se desdobla y sientes que pasa lento y pesado, cuando la magia adopta la forma de lo increíble.

Circum Aeternam.

El Circo Aeternam abre su búsqueda de acróbatas y trapecistas para el European Tour 2018. Las pruebas abiertas serán en Londres el martes 3 (tres) de noviembre a las nueve de la mañana, las inscripciones se realizarán en puerta. Todos los aspirantes deberán ser mayores de 21 (veintiún) años, tener disponibilidad parcial desde el 4 (cuatro) de noviembre al 24 (veinticuatro) de diciembre y completa desde el 2 (dos) de enero al 2 (dos) de mayo, y contar con pasaporte al día o en trámite, sin excepción.
Agradecemos a todos su interés.

Con nuestro más sincero deseo,

Aeternam.

Louis arrancó el papel del poste, y todos los que vio. Los hizo un bollo y los metió en su bolso sin mirar, dándole una última calada al cigarrillo antes de tirarlo al desagüe. Se ajustó el grueso abrigo y el bolso en la espalda, y con el rostro desprovisto de emociones cruzó hacia la otra calle, tratando de recordar cuál era el tren que lo llevaba al aeropuerto.

Acababa de renunciar a su puesto vitalicio como bailarín principal del jodido Bolshói, ¿qué mejor que un circo inglés de mierda del que nunca escuchó hablar para su nueva vida hedonista? Nada, claramente, así que conseguiría un lugar porque era el mejor. Pero incendiaría todos esos papeles extra por las dudas, porque ni de coña iba a dejar que alguien le siga el rastro.

Se subió al tren que iba lleno de gente de tan mal humor como él y sacó su teléfono anticuado, hurgando con dedos finos y afilados por el viejo chip que tiró por la ventana sin pensarlo dos veces.

Era libre por fin, y estaba dispuesto a matar a quien sea necesario para serlo por y para siempre. Rusia podía chuparle la puta polla.

Se puso los lentes de sol antes de entrar al aeropuerto para evitar que lo reconozcan, y compró el primer boleto a Londres de la compañía más desconocida que vio, dispuesto a desaparecer de ese frío bodoque del horror que llamó casa por veinticuatro años. Con el pasaje en el bolsillo salió para fumarse un último cigarrillo, y miró con algo de cariño su botella de vodka casi vacía, agarrándola con el cigarro en los labios. Buscó los papeles del circo de mierda que encontró y los tiró al piso, guardando solo uno para leerlo con detenimiento después.

-Va por ti, jodido hijo de puta.- Habló en un ruso muy marcado, y levantó la botella al cielo con una sonrisa sádica, brindando. Le dio un buen trago y tiró el resto sobre los papeles, lamiendo sus labios para disfrutar de las últimas gotas del probablemente último buen vodka que probaría en su vida. Fumó con tranquilidad, pero en vez de apagarlo lo tiró sobre los papeles mojados, haciéndolos arder con indiferencia. Por supuesto que a nadie le importó una mierda que estuviese prendiendo un fuego frente al aeropuerto internacional de Moscú. Viva su madre Rusia y los malditos inanimados que vivían allí.

Se subió al avión sin mirar atrás. Acomodó el bolso que tenía toda su vida en la cajuela, aplastándolo sin miramientos, y terminó sentándose al lado de una niña que tenía una muñeca con un tutú en la mano. Carajo. No se sacó los lentes o el abrigo que tapaban sus ropas de práctica, y se quedó quieto con su mentón en la mano, tratando de parecer aburrido.

-¿Eres Louis Vólkova?- La niña preguntó sin vergüenza, y Louis maldijo internamente viendo su mano.- Tus tatuajes.

-Son míos, no tuyos, así que no te importan.- Le replicó con dureza, bajando su brazo.- No sé quién es ese Louis del que hablas, no me molestes.

A la niña se le llenaron los ojos de lágrimas, a Louis le importó una mierda.

Vólkova, el apellido de su padre. Gracias a Dios se había muerto. Pero tenía que tener cuidado, que los cabrones de mierda como ese hijo de puta siempre lograban volver a joderle el culo, y por eso se iba.

Estaba en su ensayo, uno de los exigentes, porque faltaban dos semanas para que el Bolshói presente El Cascanueces, el último ballet de la temporada. Habían dado un descanso de cinco minutos porque su compañera idiota estaba llorando por la presión de su debut, y fue cuando vio el mensaje. Alekséi Vólkova estaba muerto.

Le faltaron manos para juntar sus cosas y salir sin mirar atrás, y fue directo a la administración a presentar su renuncia, importándole una mierda que todo se caiga porque ese ya no era su problema. Se fue sin contestarle a los cinco idiotas que corrían tras él hacia las puertas del Teatro, y se acomodó bien el abrigo al salir del laberinto, alejándose de toda esa vida suya que odiaba con fuerza.

La casa de su padre estaba a solo diez cuadras que caminó rápido, y sólo tomó el efectivo que había, su ropa, su vodka favorito y sus documentos con los de sus padres, dejando la mierda inservible. Fue decidiendo a dónde coño ir cuando vio la convocatoria del circo. Y ahora estaba allí, en un avión rumbo al país de su madre.

Su madre.

El peor error de Rey fue irse a ese témpano de hielo buscando un sueño, y el segundo fue tenerlo como hijo.

El lluvioso Londres y el asqueroso idioma lo recibieron con los brazos abiertos cuando salió del aeropuerto. Lo primero que hizo fue comprobar dónde tendría que ir a hacer la prueba, y se metió en el primer hostal barato que encontró cerca de allí, trabando su habitación con un suspiro.

No tenía ni una jodida idea de qué coño hacían en los circos, pero le daba igual.

Alekséi Vólkova estaba muerto. Era su momento de vivir.

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AeternamWhere stories live. Discover now