ENCUENTRO NO DESEADO

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Kate se despertó algo cansada. Le pesaba todo el cuerpo y le costaba moverse. Era como si, de repente, sus brazos pesaran cien kilos más. Y le daba una pereza...
Se puso el uniforme de las cazadoras para salir de la tienda. Fue algo complicado, ya que Rose todavía dormía.

Artemisa estaba fuera, con Anna y Maya. Nadie más se había despertado. Charlaban alegremente mientras bebían unos batidos de fresa.

- Buenos días, Katy. - la saludó Maya. Llevaba la boca llena de batido, y sonreía amigablemente.

- Buenos días. - dijo Kate, dejándose caer sobre el tronco que usaban de banco.

- Te veo cansada. - observó Artemisa.

- Lo estoy. - murmuró Kate. Aceptó el batido que Artemisa le ofrecía y tomó un trago.

- Si estáis cansada no llegaréis muy lejos. Tal vez necesitéis dormir más. - opinó Anna.

- No creo. Simplemente estoy cansada, pero no tengo sueño. - dijo Kate mirándose las botas como si le interesaran.

- Ay, no... Ya empezamos con el comportamiento de adolescentes. - suspiró Artemisa, llevándose una mano a la cabeza. - No me hagas esto, Katy.

Las tres cazadoras rieron.

- Aún recuerdo cuando empecé a comportarme así. No me duró mucho, pero mi madre estaba hasta las narices. Aunque Artemisa me encontró pronto y me uní a las cazadoras. - comentó Maya.

- A mi nunca me ha ocurrido eso, aunque a una de mis hermanas... Su adolescencia supuso un reto para madre. - dijo Anna. Terminó su batido y cogió su cuchillo para juguetear con él. Kate, Maya y Artemisa no tuvieron miedo de que se le escapara el arma de la mano, sabían que la tenía muy controlada.

- Ya, solo espero que Kate no la pase como Apolo. - musitó Artemisa. - Si habéis vivido una mala adolescencia, multiplicadla por dos millones y ahí tenéis la adolescencia de Apolo. - añadió.

- ¿Tan mala fue? - quiso saber Maya.

- Ya te digo yo que sí. Llego a ser yo su tutora, y lo tiro Olimpo abajo. Madre Leto era muy tolerante en ese sentido. Y padre Zeus pasaba de nosotros. Total, solo somos dos entre un millón de hijos suyos.

Las cazadoras sofocaron una risita. Cuando Artemisa les contaba cosas ocurridas en el pasado, solían pasarlo bien, aunque rara vez lo hacía, ya que no lo consideraba importante.

- Prometo no portarme mal. - dijo Kate entre risas. Aunque realmente no dependía de ella, si no de sus hormonas. No crecía físicamente, pero sí mentalmente. Eso era lo que más le gustaba a Artemisa, verlas crecer mentalmente y explorar la vida sin experimentar cambios físicos. Kate siempre sería su pequeña Katy, pero llegará un día en el que dejará de ser la niña inocente y despreocupada que era en ese mismo momento.

- Mi señora, creo que me iré al río a derme un baño. - dijo Maya poniéndose en pie.

- De acuerdo. - aceptó Artemisa.

- Cuando volváis, voy yo. Necesito lavarme el pelo, los rizos no se mantienen por arte de magia. - rió Anna.

- Te creo. - Artemisa sonrió. - Tú también deberías lavarte, Kate. Aunque tu pelo se mantenga impecable por muchas semanas que pasen, no deberías dejar de cuidarlo.

- Lo sé. Pero tengo un pelazo perfecto. - murmuró Kate, apartándose un rubio mechón de su cara.

Todas coincidían. El cabello de Kate era lo que ellas llamaban "cabello ideal", por el hecho de que no se enredaba y nunca perdía el estado perfecto. Una vez estuvo sin peinarse tres semanas por hacer una prueba, y apenas se había notado la diferencia. Cuando Maya fue a desenredarla tras las tres semanas, lo tenía perfecto.

HUNTER OF ARTEMISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora