—Algo sobre Platón—contesté y por la cara que puso el profesor supe que la respuesta era incorrecta.

—Siéntese en el puesto del señor López—López era el apellido de Anthony y desde que terminamos apenas nos mirábamos.

Me dirigí con mis cosas al puesto de Anthony de mala gana, lo bueno es que después que se acabe estas dos horas podre regresar a mi lugar.

—Y todas las horas de mi clase la quiero ver ahí—protesto.

Ay no era horrible eso, tenia dos horas 3 veces a la semana no podría estar cerca de el y no porque sienta algo, si no por todo lo que me hizo.

—Parece que ahora quieres perseguirme—hablo Anthony en voz baja.

Lo ignore.

—Ahora vas a ignorarme.

—No me moleste—le puse mala cara.

—Pero si antes te encantaba que te molestara.

—Deja de hablar, trato de concentrarme.

—En filosofía—se burlo.

—Si.

—Eres muy mala para concéntrate en esta materia.

Cuando éramos novios le confesé que era muy mala concentrándome en filosofía no pensaba que aún se acordara.

—Déjame en paz.

—Teniéndote cerca será imposible.

Ya no respondí trate de concentrarme para no recibir más regaños.

Cundo termino la hora alisté mis cosas lo más rápido que pude estaba dispuesta a huir de él.

—Mira a quien tenemos por estos rumbos. —Hablo Cristian

—Déjame pasar ya me voy—Cristian era el mejor amigo de Anthony y cuando andaba con el también se hizo mi amigo y en verdad creí que lo era, pero cuando escuché lo de la apuesta simplemente me dio asco.

—Pero Ester antes éramos muy amigos.

—Eso fue antes.

—Pero podemos volverlo hacerlo, ahora que vas a pasar un tiempo con nosotros.

—No voy a pasar tiempo con ustedes—lo mire mal.

—Sigues dolida porque te deje—Anthony sé burlo y Cristian solo agacho la cabeza como arrepentido.

—No, estoy feliz que lo de nosotros haya terminado—pareció que le dolió.

  Justo en el ego

—Ya lo veremos ahora que te vas a sentar conmigo.

—Tu solito te darás cuenta.

Les di la espalda y me fui, algo tenía claro no iba a dejar que me pisoteara eso puedo haber sucedido en el pasado, pero no ahora, yo era distinta.

—¿Quieres que vaya a golpearlo? —me pregunto Diana.

—No hace falta, ya le he bajado un poco el ego.

—Eso cariño, muy bien hecho, justo donde le duele— le sonreí.

—Que sepa que ya tienes a otro y uno mucho mejor que el en todos los aspectos.

—Dian, Yahir no es nada mío.

—Pero pronto lo será ya lo veraz.

—Eres necia.

—Y tú una terca—se rio.

Llegue a casa muy cansada, tenía unos cólicos horribles y estos días son los más terribles para una mujer.

Somos todo lo que sentimosWhere stories live. Discover now