Y llegaste tú © [Saga Tú: Libro 1] (Pronto En Papel)

Capítulo 31

~León~

Papá me abraza con fuerza mientras se balancea de un lado a otro y me dice al oído cuánto lo siente. El calor que emana de su cuerpo me relaja, así que cierro los ojos y me permito llorar al fin. Ahogo los sollozos en su hombro y me aferro a él como nunca antes lo había hecho.

Él siempre estuvo para mí; sin embargo, el cariño que me demostraba no era presencial. Papá era el único proveedor de la casa, fue mi abuela quien se mantuvo a mi lado y cubría los afectos que debían proporcionarme mis padres.

—¿Viste a Gala? —pregunta, soltando su agarre.

Me alejo de él espantado al escuchar sus palabras. Un frío me recorre la espalda al pensar en ella y las cosas que hicimos hace unas horas. De hecho, por eso estoy aquí, no podía seguir en ese lugar después de que vi el dolor reflejado en sus ojos cuando le pedí disculpas y dije que fue error lo que sucedió entre nosotros.

Ella no me respondió, lágrimas mojaron sus mejillas para después salir corriendo. Jamás la había visto tan vulnerable y destrozada, me siento un miserable.

—Sí, fue a darme el pésame —digo en un hilo de voz.

—A pesar de todo, es una buena chica y siempre estuvo pendiente de mamá.

Él no lo sabe, pero sus palabras son como dagas que me lastiman y hacen que me sienta más culpable aún.

—Voy a dormir un poco, hablamos mañana.

—Tu madre me dijo que quiere verte, ella está muy preocupada por ti —informa deprisa.

—Yo la voy a llamar luego.

No le doy tiempo a responderme, porque camino a pasos apresurados hacia el sótano. 

Me tumbo sobre la cama y cierro los ojos dispuesto a dormir, pero todo lo que ha pasado no me lo permite. Cada cosa que he vivido en los últimos meses se reproducen en mi cabeza como si se tratara de una película. Me torturan los recuerdos, así que me levanto para luego pasearme de un lado a otro.

El aire se siente cargado, percibo el lugar más estrecho y tengo la sensación de que las paredes se mueven. No quiero ni puedo seguir aquí, es hora de buscar mi propio camino.

Poso los ojos sobre la computadora y me pregunto si aún estoy a tiempo para reclamar la beca. Me da remordimiento hacerlo a estas alturas y más después de que vi al chico que se quedará sin un lugar en la universidad.

No obstante, me muevo decidido hacia el escritorio para enviar el correo que definirá qué va pasar en mi vida de ahora en adelante.

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Mi madre no ha dejado de abrazarme ni de llorar en mi hombro desde que llegó al parque, sitio que elegí para vernos. Paso las manos con suavidad por su espalda de arriba abajo mientras escaneo al chico que vino con ella y que no ha dicho ni una sola palabra.