Capítulo VI: Cambiar el mundo.

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Subestimar a su enemiga había sido el error crítico que supondría la derrota para el tenaz asesino de la Abadía Elaith. Tras su intento de utilizar a su joven prisionera como un señuelo para sentenciar finalmente a su némesis, la joven maga Erika fue capaz de reaccionar para cambiar las tornas de aquel combate. Las dos chicas habían logrado escapar gracias al inusual talento mágico de la hechicera, y de aquella otrora pacífica caverna solo habían quedado piedras destrozadas y una nube de polvo asolando la estancia. 

Pero aquel fatídico hechizo, la Luna oscura, no iba a librarles de todos sus problemas...

-¡Ah! M-maldita sea... -aún aturdido por el impacto de las funestas llamas negras, y luchando por escapar de la tumba congelada que acababa de salvar milagrosamente su vida, Elaith había logrado arrastrarse por el suelo, todo su cuerpo demacrado por las quemaduras que el conjuro de Erika habían causado. -¿Cómo puede una cría ser capaz de crear un hechizo semejante...? ¡Agh!

El asesino trató de ponerse en pie lentamente, pero su cuerpo cedió al instante, cayendo de bruces sobre la fría piedra, presa del lacerante dolor en su cuerpo. Tratando de ignorar aquella sensación, Elaith bajó la mirada, y observó con rabia su pierna izquierda. Estaba sangrando ampliamente, y ya no sentía que fuese capaz de moverla.

-La avalancha de piedras... -el arquero trató de ordenar sus pensamientos, luchando por sobreponerse al incesante tormento. -En ese preciso momento, me ha aplastado... ¡Maldición!

Jadeando y apenas capaz de moverse, Elaith se arrastró por el suelo hasta alejarse por completo de las rocas caídas. Observando a su alrededor, solo pudo ver claramente la devastación causada por el hechizo. Tan solo el mango de la espada que portaba Shina quedaba a la vista, clavada profundamente entre las piedras. Se había partido en pedazos. 

-De no ser por esa entrometida de Shina... -Elaith no fue capaz de contener su rabia mientras alcanzaba su bufanda, partiéndola en dos. -El secreto de Somnus ya estaría en manos del Maestro...

Con cierto esfuerzo, el Ordenado alcanzó de su carcaj todas las flechas que aún conservaba y partió sus puntas, para inmediatamente después atar las maderas juntas con la tela de su bufanda. Acto seguido, alcanzó la otra mitad de su tela para amarrarlas a su pierna partida, creando una improvisada muleta. No sin dolor, Elaith fue capaz de mantenerse en pie esta vez, apoyándose en las piedras para no desfallecer nuevamente. Observando la destruida caverna con atención, ya no fue capaz de encontrar ningún rastro de las dos chicas. El rastro de agua que corría bajo sus pies le dio a entender que el arco mágico que había creado se había derretido.

-No pueden haber ido demasiado lejos en tan poco tiempo... -musitó el asesino, alcanzando algo bajo sus ropas. -Debo... debo detenerlas antes de que-

Súbitamente, la sensación de dolor en su pierna volvió a intensificarse, obligando al arquero a quedarse nuevamente de rodillas. Elaith ladeó la cabeza, y observó que su herida aún seguía sangrando, empañando su bufanda en aquel líquido carmesí. Cerrando los ojos para tratar de ignorarlo, por fin fue capaz de alcanzar lo que había estado buscando: una pequeña gema púrpura que parecía brillar en la oscuridad.

-La próxima vez... reconoceré que Carol ha hecho un buen trabajo... -suspiró para sí mientras dejaba la joya en el suelo. -Proyecta a Ailerin, ¡ahora! -espetó inmediatamente hacia el cristal.

Tan pronto como pronunció aquellas palabras, la joya emitió un destello que casi llegó a iluminar la oscura estancia, e inmediatamente comenzó a mostrar lo que parecía ser una imagen en el aire. El rostro de un joven castaño apareció inmediatamente ante él.

El legado de SomnusWhere stories live. Discover now