El legado de Somnus

Capítulo VIII: Vínculos ardientes.

Las siniestras garras de la Abadía del Pecado jamás habían abandonado su objetivo, acechando en la sombra más oscura mientras la joven princesa imperial Erika y la tenaz mercenaria Shina avanzaban hacia su ansiada libertad, un objetivo que aparentaba estar cada vez más cerca. Aunque el malévolo gremio no cesaba en su persecución, las dos jóvenes habían logrado burlarles una última vez para que la tímida hechicera pudiera reencontrarse con aquello que aquellos villanos le habían robado: su preciado bastón mágico Zauberei. A pesar de la trampa con la que el orgulloso asesino Ailerin había conseguido acorralarlas, aquel valiente dúo no estaba dispuesto a rendirse ante sus designios. Tras haber recuperado el vínculo que la unía a su preciada arma, Erika finalmente fue capaz de despertar su auténtico poder. Con fuerzas renovadas y su más ferviente deseo en aquel momento grabado a fuego en la mente, por fin se había puesto de pie frente a sus enemigos.

-T-tú... la resonancia que proyecta tu Alma es... -Ailerin aún tenía dificultades para comprender lo que acababa de acontecer ante sus atónitos ojos azules. Erika estaba ante él, la misteriosa aura azulada rodeando su pálida figura como si de una llama fúnebre se tratara. Aún con Zauberei en su mano izquierda, la joven maga escrutó al asesino de pies a cabeza, habiendo dejado atrás su característica timidez.

-Nadie más tendrá que volver a sufrir por vuestra culpa. -espetó fríamente la hechicera, fijando su mirada en el asesino frente a ella. Su tenue voz parecía estar distorsionándose ligeramente con cada palabra, como si una segunda presencia tratara de sobreponerse hablando al unísono.

El súbito cambio de tono con el que Erika se había dirigido a él hizo que Ailerin tragase saliva de forma instintiva, pero no estaba dispuesto a permitir que su evidente nerviosismo quedara a la vista de todos. Esbozando una falsa sonrisa, trató de alzar su arco mientras volvía a cruzar la mirada con la joven princesa.

-Jé. ¿Debo suponer que haber recuperado esa preciada arma tuya te ha colmado de arrogancia? -comenzó a decir el asesino, desviando ligeramente la vista hacia Shina, quien parecía tan atónita como el propio Ailerin. -Ni siquiera luchando juntas tendríais la más mínima posibilidad de-

Para cuando el arquero pudo bajar la mirada, ya era demasiado tarde. Ni siquiera había terminado de hablar cuando se encontró frente a frente con el destello plateado de Zauberei apuntándole directamente al cuello. Erika lo sostenía firmemente a tan solo un paso de Ailerin, amenazando con separar la cabeza de su cuerpo con tan solo un movimiento de su mano izquierda. Al asesino aún le tomó un segundo asimilar que la hechicera había sido capaz de cercarle sin que nadie pudiera haberla visto moverse.

-¡Ailerin! -las huestes del arquero no estaban menos confusas y atemorizadas. La vasta superioridad numérica no parecía suponer ventaja alguna cuando su confianza se había roto al ver a su líder a merced del misterioso poder esgrimido por Erika.

-¿Cómo has...? -sorprendido como estaba, el arquero había dejado caer sus armas, incapaz de actuar ante la firme amenaza que suponía el arma que le encañonaba.

La joven maga no se achantó, presionando lentamente su bastón hacia el conmocionado asesino ante ella. Ailerin se vio obligado a retroceder un paso, apretando los puños con rabia, preso de la impotencia y la sorpresa. La mirada de la hechicera aún parecía desprovista de emoción, su pálido rostro era un lienzo en blanco sobre el que nadie podría ya pintar el miedo y la desesperación que habían estado consumiéndola antes.

-"Ese poder..." -Shina aún permanecía unos pasos tras la hechicera, sosteniendo su espada con ambas manos como si aguardase un ataque inminente. Aunque la situación parecía estar nuevamente a su favor, por algún motivo que no lograba explicar, era incapaz de mostrarse tranquila. -"Parece que Erika ha dejado atrás todas sus dudas tan pronto como alcanzó su bastón. Pero su Alma ha cambiado, puedo sentirlo. El aura que la rodea es intensa, y aterradora. Es como si..."