Capítulo I: Conspiración en la sombra.

66 4 12
                                    

La oscuridad ahondaba en la pequeña habitación, dejando entrever que la noche había caído por fin sobre la tierra. Con un aire apesadumbrado, un hombre ataviado con una ligera túnica de colores apagados se mantenía de pie frente a los barrotes que sellaban la celda tras él, lamentando la situación en la que se encontraba.

-Maldita sea mi suerte... -comentó. -Todo el continente ante nosotros, y mi único deber es mantener a una cría entre rejas. Por la gracia de la Tríade, ya podría ocurrir algo que mereciera la pena.

Inmerso en sus pensamientos, no llegó a advertir los tenues pasos que habían atravesado la puerta de la pequeña estancia y que lentamente se acercaban a su posición. Solamente se percató cuando una voz clara y fría habló a su lado.

-¿Soñando despierto?

El otro se giró, y casi se le cayó el alma a los pies al reconocer a su invitado. De corto pelo castaño con tintes rojizos, vestía una indumentaria oscura, con una larga bufanda naranja cubriendo su cuello. A su espalda portaba un pesado arco de cazador y su carcaj.

-¡E-Elaith Vhant, de los Ordenados! -exclamó el guarda, tartamudeando a causa de su evidente nerviosismo. Qué grata sorpresa...

-No esperaba tener que venir aquí personalmente. -respondió el recién llegado, restando importancia. -Detesto este condenado páramo muerto, pero tengo órdenes directas del Maestro. Necesito ver a la prisionera.

-M-me temo que no va a ser posible ahora mismo... -comentó el carcelero. -Hace muy poco que le he administrado el sedante, así que no va a despertarse pronto.

El arquero sostuvo su mirada con frialdad, pero finalmente suspiró y volvió la vista hacia la prisión tras los barrotes. 

-Lástima. ¿Al menos ha soltado prenda sobre el hechizo?

-No, señor... parece que realmente no sabe nada. Pero no es más que una niña... Si seguimos tratándola así, podría acabar con secuelas graves.

Aquella simple observación logró que en el calmado rostro de Elaith se dibujase una mueca de rabia contenida. Un aire gélido recorrió la estancia cuando volvió a clavar sus pupilas rojas en su soldado.

-Al diablo con los riesgos. -espetó, cerrando el puño con rabia mientras se encaraba con el carcelero, andando lentamente hacia él. -El Maestro precisa conocer su secreto CUANTO ANTES. ¿Intentas decirme que la salud de esta cría es más importante que nuestra misión?

La sensación de frío parecía hacerse más intensa con cada palabra. El recluta comenzó a temblar, retrocediendo con el miedo reflejado en su rostro mientras negaba con la cabeza.

-¡N-no, señor! ¡En absoluto! ¡Nuestro objetivo ha de prevalecer ante todo!

Elaith aún estaba visiblemente furioso, pero trató de mantener la calma. Suspirando ligeramente, llevó una mano a su bufanda, y el viento glacial dejó de soplar al instante. Teniendo a su soldado acorralado frente a la pared, acercó su rostro al suyo para dejar claro su mensaje.

-Tienes una hora. -dijo solamente, su tono de voz claro y fulminante. -Más te vale que la prisionera se muestre más locuaz esta vez, o de lo contrario...

El recluta tragó saliva, y asintió inmediatamente, realizando una torpe reverencia ante el arquero.

-¡A-a la orden!

Elaith se limitó a dedicarle una gélida sonrisa, y se alejó lentamente de él.

-Así me gusta.

El legado de SomnusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora