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A G U S T Í N

Si alguien me preguntara en ente preciso instante que le diera mi definición de felicidad y paz, sería justo este momento: el mar a un metro de nosotros, mi hermosa novia a un lado de mi, sentada mirando el paisaje, su cabeza recargada en mi hombro y nuestros dedos entrelazados.

Me encontraba con Carolina y sus amigos (los cuales se habían convertido en mis amigos también) en una playa a dos horas de la ciudad. Habíamos decidido venir para celebrar el último día juntos, ya que después de la graduación, la cual había sido hace una semana, la mayoría tomaría rumbos distintos, por lo tanto, querían reunirse todos juntos una última vez.

—¡Chicos, vengan, el agua está increíble!

Gritó Amy desde adentro del mar, la cual luchaba para que las olas no se la llevaran.
Pasé mi brazo por la cintura de Carolina y mantuve mi mano en su cadera. Ella no hizo ademán de levantarse, por lo que yo tampoco.

Cerré los ojos y mi mano comenzó a trazar suaves caricias por su piel; todo se sentía tan mágico que daría lo que fuera por estar así el resto de mi vida, con esta preciosa chica que acelera mi corazón desde que tengo uso de razón, porque sí, en este preciso instante, al no escucharse nada más que el ruido del mar y las risas lejanas de nuestros amigos, sentía que Caro era capas de notar mis nervios al escuchar los latidos desesperados de mi corazón.

No pasaron ni cinco minutos cuando siento un balde de agua fría caer sobre mi, literalmente. Al abrir los ojos, veo a Zack y a Amy frente a nosotros, con una tina vacía cada uno. Giro mi cabeza y Carolina se encuentra igual de sorprendida que yo.
Amy y Zack comienzan a reír a carcajadas, mientras que Carolina y yo nos damos una mirada cómplice.

Nos levantamos rápidamente, por lo que los otros dos salen corriendo de vuelta al mar, seguidos por nosotros. Los cuatro entramos al agua y comenzamos una guerra de agua, la cual sólo dura unos minutos, ya que Kelly los buscaba. Ambos fueron a la orilla, mientras que Caro y yo nos mantuvimos en el agua.

—¿Ya te dije que te ves preciosa con ese traje de baño?

Susurré cerca de su oído, tomándola por la cintura y acercándome más a mi. Sentí como se estremeció bajo mis brazos y sonrió contra mi cuello. Subió sus brazos a mis hombros y comenzó a acariciar mi cabello.

—No, pero tú luces muy bien sin camisa.

Murmuró con su boca pegada a mi oreja, mientras bajaba una de sus manos, hasta colocarla sobre mí pecho. Tragué grueso y sentí que mi corazón se aceleraba, justo debajo de la mano de esa preciosa mujer.

Bajé mi boca hasta quedar a milímetros de su cuello, mi aliento chocaba contra su piel, sentia sus suspiros en mi nuca. Dejé un suave beso justo debajo de su oreja, una caricia tan lenta que mataba. Sentí una de sus manos tomarme por el cabello, empujando mi cabeza contra su cuello. Quería más, y yo igual.

Comencé a besar cada milímetros de la piel de su cuello, hasta bajar a su clavícula y seguir con mi tarea. Un suave herido salió de su garganta y sin poder evitarlo sonreí contra su cuerpo. Ese sonido junto con su voz y su risa, eran los únicos que necesitaba escuchar, por toda mi vida.

Bajé mis manos de su cintura, por su cadera, su trasero, para terminar en sus muslos. La levanté, y ella enredó sus piernas en mi cintura. Mis manos recorrieron suavemente su trasero y sus piernas, mientras que yo volvía a enterrar mi cara en su cuello.

Descifrando miradas [TERMINADA]Where stories live. Discover now