𝕳𝖔𝖗𝖓𝖘

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Él recordaba la primera vez que lo vio. Aquella vez en esa fiesta. A Basil aún se le erizaba la piel al recordar cómo había sido encantado por Dorian con sólo mirarlo.

La alegría que sintió Basil cuando Dorian aceptó modelar para él fue inmensa. Hizo cientos de bocetos tratando de decidir cómo pintaría al muchacho. No podía tomar una decisión. Había caído rendido a los pies de Dorian. Cada ángulo, cada facción del joven le parecía perfecta, tanto así que no sabía si sería capaz de reproducir su imagen.

Pasaba horas y horas observando al chico, y a su vez teniendo la mirada de Dorian sobre él, y eso le encantaba.

La duda más recurrente al comienzo fue cómo pintaría sus ojos. Para él eran hermosos, pero extraños al mismo tiempo. Eran un dilema que Basil no sabía cómo resolver. Dorian parecía representar la inocencia, la pureza, hasta podríamos decir, ingenuidad, pero si mirabas fijamente a sus ojos...

Se dice que los ojos son las ventanas al alma, y a través de los de Dorian, Basil veía algo que al principio no le gustó. Veía una marca negra en su alma, como si hubiese un agujero en su corazón, en algún momento hasta llegó a sentir como si hubiera algo oscuro en él, esperando despertar.

Esto se incrementó a medida que la amistad entre Lord Henry y Dorian Gray creció. Basil se sentía terriblemente mal de no haber podido impedir que ellos se conocieran. Estaba preocupado porque sabía que Henry no era una buena influencia para el chico, pero sobre todo, estaba extremadamente celoso de la atención que Henry recibía de Dorian. No lo demostraba, o trataba de no hacerlo, pero sus celos llegaron a un punto un poco enfermizo. De un momento a otro se encontraba tratando de estar con Dorian tanto como pudiese, y si no podía verlo, se encerraba a ver cada uno de los bocetos que tenía de él, imaginando que lo tenía en frente modelando para él una vez más.

Basil estaba completamente orgulloso de cómo había quedado el retrato, pero lamentaba tanto no haber tardado más tiempo en acabarlo, para que se alargaran sus momentos con Dorian.

Él disfrutaba ver su obra colgada en la mansión del chico. Le generaba como una especie de ilusión ver que quizás Dorian lo apreciaba como algo más. Por eso fue tan difícil para él cuando notó que la pintura ya no estaba exhibida. Le dolió que él no le permitiera si quiera verla, porque amaba tanto mirarla. Observaba el cabello largo del chico imaginando que lo tocaba, observaba su rostro deseando acariciar sus mejillas. Se dejaba cautivar nuevamente por sus ojos, y por sus labios, esos labios en los que tanto pensaba.

En ese momento Dorian aún no lo sabía, pero el corazón de Basil estaba en sus manos, y podía hacer lo que quisiera con él, despreciarlo, escupirlo, hasta pisotearlo, y a Basil no le importaría. Como no le importó cuando vio a Dorian sobre él, manchado de su sangre, sosteniendo ese trozo de cristal con el que lo había apuñalado. Había deseado tanto poder volver a ver el retrato, porque no tenía idea de lo que sucedía. ¿Cómo iba a imaginar que las cosas acabarían así?

Dorian había entregado su alma a cambio de conservar su juventud. El artista estaba completamente horrorizado, pero no pudo evitar que una pequeña parte de su ser se preguntara si sería capaz de hacer lo mismo con tal de tener al joven sólo para él.

Basil trataba de respirar, pero no podía, porque el aire que lo rodeaba estaba maldito, al igual que el retrato, al igual que Dorian.

Nunca vio venir algo así, aunque se percató de que paulatinamente la inocencia del muchacho se había ido. Su sangre se había vuelto fría, su corazón era como una piedra. Su toque dolía, cómo duele pincharse con una espina. La marca negra en su alma se había hecho más oscura, manteniendo encendido el fuego del pecado, escondiendo sus cuernos.

No sabía si la maldición, si Henry y sus tentaciones, o todo en conjunto habían corrompido a su Dorian. Si bien Basil odió que Dorian se transformara en eso, debía admitir que había algo que le gustaba de ese cambio. La inocencia del chico ya no existía, y eso de alguna extraña manera, resultaba encantador para Basil.

Él ahora tiene dos pequeños cuernos, y creo que me atrae un poco.

La verdad era que Dorian se había vuelto la razón detrás de su arte y de su vida. Irónicamente, en esos momentos, el chico le estaba quitando eso último, todo por haber querido alejarlo del retrato.

Y el hombre con el corte en su cuello sólo podía pensar en lo bien que se había sentido cuando sintió los labios de Dorian besándolo. Momentos antes de que eso ocurriera, había visto al joven con dos mujeres, y se sintió enfermo de los celos. Pero cuando Dorian las dejó atrás para hablar con él, cuando le explicó lo mucho que apreciaba la pintura, le dijo que no sabía cómo agradecerle, y posteriormente decidió besarlo... Pensó en la sensación de los labios de Dorian contra los suyos, y la forma en la que continuó besándole el cuello, que en ese preciso instante, sangraba... Pero a Basil no le importaba, estaba sumido en el recuerdo de aquel día en el que se sintió hasta... Bendecido.

Pero más allá de todo, lo cierto era que Dorian estaba maldito. Y Basil también, y podriamos atrevernos a decir que quizás él estaba mucho peor. Porque mientras el joven acababa con la vida del pintor, este decidió usar sus últimos momentos para reproducir una y otra vez el recuerdo de ese beso que le había dado Dorian, ese día en el que lo tuvo tan cerca, sólo para él, como siempre había soñado.

𝕳𝖔𝖗𝖓𝖘 ; Dorian Gray • Basil HallwardWhere stories live. Discover now