En la cabecera hay exactamente tres almohadas y la del medio tiene su cara grabada, pero como si fuera un personaje de los muñes; del lado derecho de la habitación se encuentra su closet el cual es mucho más grande que el mío con ropas de niñas de todo tipo; lamentablemente la niña es un pequeño huracán, ropa que se pone, ropa que arruina la pobre es igual al padre. El cuarto de baño es más de lo mismo, paredes con losas color rosa y todo tipo de lociones para bebes, desde Shampoo para que el cabello sea más suave, hasta cremas que deja la piel de bebe impecable y con ese olor que todos amamos de los niños.

Inconscientemente mi mirada se dirige hacia el reloj de pared en forma de corazón el cual indica que son las 11:30 pm, cansada y algo agotada decido dirigirme hacia mi habitación, pero de la nada la preocupación toma mi cuerpo y me dirijo al cuarto de mi padre; al llegar toco tres veces, al ver que nadie me responde abro la puerta para seguido encender la luz y percatarme de que no está allí. Más preocupada que antes cierro la puerta encaminándome rápidamente a mi cuarto, entro en este y busco mi teléfono para llamar a Arturo y saber dónde diablos estas.

Marco su número y comienza a dar timbre para al tercer tono levantar la llamada.

—Dime ratoncita...

—Ratoncita mis ovarios —lo corto molesta —¿Dónde diablos estas? Dentro de poco son las 12 y tu nada que apareces.

—Amelia, cuida tu lenguaje que yo soy tu padre —me reprende mientras el bullicio anterior va mermando por lo que creo que se va moviendo de lugar —. Sé que estas preocupada por mí, pero eso no te da derecho a faltarme al respeto, puesto que además de ser tu padre soy bastante mayor de edad para saber a qué hora debo llegar o no.

Soy consciente de que tiene toda la razón, pero es que mi lado protector siempre va a querer saber dónde está, y no sé si es el miedo a perderlo, pero siento que tengo que tenerlo a mi lado para estar segura y no preocuparme tanto; me doy cuenta que en estos momentos estoy actuando como una de esas madres sobre protectoras que no permiten que sus hijos vuelen a pesar de tener ya la edad suficiente para saber que deben hacer y qué no.

—Tienes razón, papá —suspiro antes de proseguir —, pero es que quiero que me entiendas.

—Claro que lo hago Amelia —siento que toma una gran bocanada de aire, para luego soltarla y proseguir —, aunque también quiero que me entiendas tu; estuve a nada de morir por lo que quiero disfrutar mi vida y no perder ni un minuto más de ella, quiero salir, conocer gente nueva, lugares nuevos —vuelve hacer una pausa —. Me di cuenta que la vida es bastante corta como para desperdiciarla quedándome todos los días en casa, viendo películas o leyendo; sabes que no soy así cariño.

—Te entiendo padre —acepto mi error —, pero trata de no llegar tarde, ¿sí?

—Amelia...

—Ok, ok. Cuídate —nos despedimos para luego colgar a la misma vez.

Arrojo el celular encima de la cama, para más atrás yo tirarme en plancha, suspiro, ''qué vida más aburrida la mía'.

Me quejo por unos segundos de mi triste existencia, luego me levanto colocándome mi pijama, que consiste en un short corto de algodón y una blusa azul escueta del mismo material; meto mi cuerpo debajo de las sabanas, poniendo el teléfono a cargar. Voy dando vueltas en la cama, no logro conciliar el sueño de ninguna manera, mi mente se engaña al pensar que estoy así porque mi padre no ha vuelto, pero la realidad es que los recuerdos del capullo del que era mi amor platónico comienzan a recrearse en mi mente como si de una película se tratase.

¿Puede un gilipollas, hijo de la gran puta, ponerme el libido a cien a pesar de que trato a su novia de la peor manera posible?

Al parecer, sí que se puede porque a mí me está pasando, o a lo mejor es que tengo algo mal en mi cabeza que no razona como es, pero tal vez estoy pensando con la vagina; ay ya no sé, solo quiero dormir y olvidarme de que existe, porque juro que más nunca lo volveré a ver, para mi murió.

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⏰ Última actualización: Jun 23, 2022 ⏰

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Dulce TorturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora