Capítulo 4

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Amelia
Tres años después

Mi respiración se vuelve agitada, mi cuerpo notablemente sudado y el pulso se me acelera con cada arremetida que mando hacia el saco de boxo que se encuentra delante de mí; como todos los días expulso la ira contenida de este modo, y a la verdad que este método funciona, pero todo no es bueno, ya que cada vez se me hace peor estar en una sala al solitario. Los tan nombrados recuerdos hacen estragos en mí, la cara de mi padre, su enfermedad, la muerte de Mario; todo se acumula como si de un disco duro se tratase provocando que aunmente las fuerzas de mis ataques.

Llevo más de una hora practicando los mismo movimientos; dos puñetazos, una patada y luego otra, dos puñetazos, una patada y luego otra; y así  han pasado los últimos minutos los cuales se convirtieron en horas. De la nada las lágrimas bajan por mis mejillas...

—Mila.

Dos puñetazos, una patada y luego otra.

—¡Amelia!

Dos puñetazos, una patada y luego otra, no abandono mi rutina, mi mente ya está bloqueda y sólo se concentra en la acción realizada. La cola que tengo hecha en el cabello tiene varias ebras pegadas a mi rostro y ojos, por lo que me imposibilita aveces el ver bien.

—¡AMELIA! —Emma me grita tocando mis hombros y como no me percaté de su presencia mi primera reacción es darme la vuelta para propinarle un puñetazo, pero me detengo antes de que esto suceda —¡¡¡Ahhh, loca!!!

—Lo siento Em —me disculpo para luego abrazarla y volverme a separar de su cuerpo.

—Llevo rato llamando —me riñe —, se que no te gusta que te moleste cuando estas "practicando" o lo que sea que hagas, pero quiero que sepas que se porque lo haces —coloca sus manos en la cintura —. Para, tienes que dejar de pensar en el pasado y enfocarte en el presente; lo que suciedio con Arturo, si, fue doloroso y más llevando la pérdida de Mario acuestas, pero tienes que aprender a vivir —realiza una pausa secando las escasas lágrimas que me quedan  —. Ya pasaron tres años, es tiempo de que superes todo; Arturo está bien, si, tienes que llevarlo cada sierto tiempo a revisión y aunque te cuesta visitar un hospital es preferible eso... que volver a ver a tu padre en un ataúd —sabe que sus palabras me duelen —, y se que mis palabras duelen, pero ya es momento de que seas realista. Tienes que dejar de levantarte a las cinco de la mañana para ponerte a patear este saco, y desde ya te digo que le diré a Antuan que lo desaparezca.

Se que Emma tiene razón, llevo tres años sufriendo por algo que tengo que superar, pero es imposible hacerlo cuando cada seis meses llevo a mi papá al médico para que le den el visto bueno de que su organismo está bien, por ahora; cada seis meses vivo con el miedo de que me puedan decir que su enfermedad retornó. Es muy duro vivir así.

—Tienes razón —afirmo.

—Lo se —coloco los ojos en blancos —, siempre la tengo.

—Ay, por Dios —me quejo —, odio cuando te pones en modo autosuficiente y empiezas con tu frase.

—Lo se —sonríe.

—¿Sabes qué? —tomo el pomo de agua y el celular —, me piro, tengo que buscar trabajo.

—¿De nuevo? —mi amiga interroga con incredulidad mientras que camina detrás de mi —. Mila, es el tercer trabajo en el mes, y... ¿Qué paso para que dejarás la oficina de abogados? Estabas tan bien, Caleb era un buen jefe.

Subimos las escaleras las cuales dan al gimnasio que era donde estábamos para dirigirnos a la sala de estar y tomar las otras escaleras de camino a las habitaciones, aquella casa era muy grande.

Dulce TorturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora