CAPÍTULO V

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El domingo por la noche Mía recibió un mensaje de Callie. Estaba con un resfriado fatal, acompañado de un gran dolor de cabeza, razón por la cual no iría al instituto al día siguiente. Mía casi se sintió desfallecer, después del asunto de los mensajes anónimos la necesitaba. ¿Cómo iba a aparecerse al otro día en el instituto, nerviosa por corroborar si David sería el autor de los mensajes; nerviosa por el mero hecho de verlo, y además sola? Casi desistió de ir, podía decir en su casa que tenía un dolor de ovarios impresionante y que prefería por aquel día no salir de su casa. Pero decidió ir, tenía un oral de historia, y si no lo daba se le iba a hacer más difícil conseguir una nota alta para finales del semestre. Si había algo prioritario en la vida de Mía, era el futuro. Y no había manera de acceder al futuro que ella quería sin que el estudio estuviera involucrado.

Se miró al espejo una última vez antes de salir. El pelo largo y rubio le caía llovido sobre los hombros. Usaba un gorro de lana negro para combatir el frío y una parka azul. Suspiró y salió a la calle, dispuesta enfrentarse a lo que el día le deparara.

Los nervios que Mía pasó en aquellas primeras horas de la mañana sólo se comparaban con los que pasó el día que nacieron sus hermanos. La mañana que pasó con la abuela Coco (Cordelia era un nombre demasiado complicado para que un niño aprendiera, así que desde que tenía memoria la llamaban abuela Coco), mientras sus padres estaban en el hospital, y ella no podía para de pensar en cómo sería la cara de sus hermanitos, si los diferenciaría o si serían el calco el uno del otro. Los nervios de Mía pasaron después que los conoció, aprendió a diferenciarlos, a amarlos e incluso a cuidarlos. Sabía que en esta situación sería igual, en cuanto se enfrentara a la verdad los nervios cesarían.

Mía era amiga de un par de chicas más aparte de Callie, no estaban en su clase, por lo que tendría que recorrerse el instituto para encontrarlas, y eso significaba una posibilidad de chocarse con David. Por mucho que quisiera afrontar la verdad, le daba pánico, terror, prefería que el momento la encontrara a ella y no viceversa. También se llevaba bien con sus compañeras de clase, pero no se sentía bien usarlas, ya que cuando Callie estaba, no pasaban tiempo con ellas. Así que pasó los dos primeros intervalos escondida al lado de la puerta de su salón, más tarde se acordó de que la mayoría de veces que había visto a David había sido porque él pasaba por allí. Y no quería verlo. Se acordó de una película que había visto hacía algún tiempo, si quieres esconderte, no te aísles, adéntrate en la multitud.  

Así que ahí estaba Mía, en la cantina del instituto, desbordada de gente. Todos reían en sus mesas, charlaban o usaban los celulares mientras bebían café o comían algo dulce. Mía respiraba a un ritmo más acelerado que el normal, de a momentos se escuchaba a sí misma suspirar. Piensa, se decía mentalmente. Bien, se dirigió al mostrador a comprar un paquete de oreos. Después de obtener su snack, sintió que alguien le tiraba el pelo. Odiaba que le tiraran el pelo, la fastidiaba, todos los nervios que tenía acumulados se convirtieron en ira, se dio media vuelta, preparada para insultar a quien fuera que se hubiera dignado a tirarle el pelo. Pero cuando se dio vuelta se encontró con un par de ojos verdes que sonreían, no la miraban con malicia, sino de una forma simpática, como si la conocieran. La cara de Mía se convirtió en un  gran signo de pregunta.

-¿Copiándome?- dijo Gabriel, sí, Gabriel, el amigo de David, el chico alto de ojos verdes, mientras le señalaba su bolsa de oreos. 

Entendió que estaba siendo simpático, y como le agradecía. No tenía palabras para expresar el alivio que fue que alguien le hablara. Sus nervios se evaporaron como el agua después de hervir. 

-Ja- dijo Mía sonriendo. Le regaló una gran sonrisa, que él le devolvió. 

Después de ese encuentro, Mía halló el valor de recorrer el instituto. David no había asistido hoy a clases, fue un alivio, y una decepción al mismo tiempo. Pero, no faltaría la oportunidad de volver a mirarlo a los ojos, lo sabía.

Resultó que Callie tenía una gripe fuertísima, por lo que no iría al instituto en toda la semana. Mía se preparó mentalmente, y ahora no se le hacía tan difícil. De repente la confianza que tenía en sí misma volvió. Ella no había hecho nada malo, nadie sabía que le gustaba David, y no era ella la que había mandado mensajes anónimamente a nadie. No tenía ningún motivo para estar avergonzada, ni nerviosa.

Al día siguiente ocurrió algo similar al día anterior. Mía no pasó los intervalos escondida enfrente a su salón, lo pasó con sus amigas de la otra clase, pero en el intervalo más largo se vio con la necesidad de ir a la cantina. Tenía ganas de unas galletitas, o quizás de pasar un tiempo sola mirando el paisaje que se apreciaba desde aquella parte del edificio. Compró unas oreos y se sentó en una mesa al lado del ventanal. Su mirada se perdió en los cerros que rodeaban al pueblo, imaginando la paz que se sentiría al vivir en ellos, sola, rodeada de libros y animales.

-Creo que estas obsesionada conmigo- la voz la sacó de su divague. No pudo contener la carcajada. Allí, sentado frente a ella estaba Gabriel, con un paquete de oreos igual al suyo.

-Creo que es al revés, yo las compré primero.- se excusó Mía, sin dejar de sonreír.

-Mmmhh - los labios de Gabriel se unieron en una línea recta. Sonrió levemente por última vez antes de levantarse e irse.

Y así continuaron durante toda la semana. Mía no dejó de comprar oreos en cada intervalo largo y esperaba aunque inconscientemente, que él apareciera, sentada en la mesa al lado el ventanal. Él aparecía día por medio, llegaba, hacía alguna broma y se retiraba. En ningún momento se presentaron, ni tuvieron una conversación profunda, solo intercambiaban sonrisas. Mía no vió a David en toda la semana, el viernes le pareció divisarlo, con su campera roja, saliendo por las puertas del instituto, pero no estaba segura.

El viernes por la noche, Mía se encontró a sí misma stalkeando las redes sociales de Gabriel. Para descubrir más información sobre David, por supuesto, no ningún otro motivo por el cuál stalkear a Gabriel. 

Del amor a la obsesiónWhere stories live. Discover now