Noaelí la miró desconcertado, y luego fingió una sonrisa... Debía estar bromeando, ella tenía un humor muy extraño.

***

—Mm ¿Seguro que quieres dormir así?

—Sí, así estoy perfecto —sonrió, acostado en el sofá, sobre los almohadones, sin ningún tipo de sábanas o mantas.

—De acuerdo, te dejaré de todos modos una manta sobre el sillón, o si sientes calor, puedes encender el aire.

—Bien.

—Cualquier cosa que necesites, llámame, tengo el sueño ligero.

—Está bien, buenas noches, Ara.

—Descansa Noaelí —le dijo antes de irse a su habitación, dejando al castaño sólo en la sala.

Se giró sobre los almohadones, quedando boca abajo, y abrazó la almohada, cerrando los ojos, aspirando suavemente el aroma de ella. Y es que no lo entendía, tenía un aroma tan suave, tan delicioso, que se sentía demasiado relajado cuando lo olía.

Especialmente al tenerlo así de cerca. Abrazó más la almohada a él, y se acurrucó contra los almohadones, logrando quedarse dormido rápidamente.

En su habitación, Araza se estaba colocando un camisón para dormir, mirando pensativa las demás prendas de su armario.

—No, mejor un baño primero —pronunció con cansancio, tomando un toallón y dirigiéndose al baño.

Podría haberle ofrecido a Noaelí también que tomara una ducha, pero no tenía ropa para hombre para ofrecerle. Aunque tal vez, una de sus batas podría irle.

Se metió rápidamente en la ducha, y se bañó sin perder mucho tiempo, pensando en todo lo que debía hacer al día siguiente. Una de esas cosas, era asistir a la reunión que Moses llevaría acabo.

Se colocó una toalla a la cabeza, y ya con el camisón puesto, se fue hasta la sala.

—Noa ¿Quieres tomar un baño? Puedo prestarte una bata para que duermes si quieres.

Se acercó hasta el sofá y lo observó.

—¿Noaelí?

¿Ya se había dormido? ¿Tan rápido?

—Ey ¿Estás durmiendo? —pronunció en un tono bajo, poniéndose de cuclillas junto a él.

Observó sus facciones, tan tranquilas, e inmersa en sus pensamientos, apoyó por inercia una de sus manos sobre la mejilla de él... No quería aceptarlo, pero él le parecía tan lindo.

Demasiado lindo cómo idiota.

—Mereces más que una vieja que lo único que quiere es follarte —susurró, acariciando su mejilla, subiendo hacia su cabeza, rozando el pelaje de sus orejitas.

Le dió una última caricia en la mejilla, y se puso de pie.

—Descansa, Noa.

***


—¿A qué hora sale tu autobús?

—A las siete —le dijo colocándose sus zapatos.

—Diablos, tenemos quince minutos para llegar y que compres tu boleto —pronunció con fastidio, tomando su cartera.

—Ara, no hace falta que me lleves tú a la terminal, puedo irme solo —sonrió.

—No, no, nada de eso, lo que menos quiero es que te pierdas. ¿Tú ya estás?

—Sí, ya estoy listo —le dijo poniéndose de pie—. Am, podría... ¿Podría llevarme esta?

Kirash se giró para mirar que es lo que quería, y observó que tenía una almohadita con forma de corazón en sus manos.

—Sí, claro ¿Pero para que la quieres?

—Son muchas horas de viaje, creo que podría servirme para dormir.

—Está bien, llévala, pero vámonos de una vez, o no llegarás a tomar el autobús.

Él asintió con la cabeza y sonrió, guardando la almohada en un bolsito que había llevado, saliendo junto a Kirash de la casa.

No, no necesitaba ninguna almohada para el viaje, simplemente quería tener algo con el aroma de ella, para sentirla presente... Cerca.

...

Princesa de Eritma Where stories live. Discover now