— ¿Qué sucede, cariño? — preguntó sin despegar de los ojos marrones.


— Es que... No te enfades, mi amor. Verónica llamó el otro día y... ella...


— ¿Ella qué?


— Dijo que estaban juntas la otra noche, cuando llegaste tarde. Lo sé, sé que mentía. Confío en ti, Amelia. Y bueno, pues yo mi sentí un poco mal y ya está.


La pianista se levantó y empezó a pasear de lado a lado de la habitación, cada vez más furiosa con cada paso que daba. Al mirar a la rubia, que se veía cansada y pálida, se arrodilló ante ella.


— Muy bien, de ahora en adelante, cuéntame las cosas, por favor, Luisita. No te estoy ocultando nada, no estoy con nadie, solo contigo. Lo sabes, no?


— Sí. Por favor no te enfades.


Amelia le puso los dedos en los labios. 


— No te preocupes, que el bebé te oye.


Luisita soltó una risita, la morena sonrió, la miró en los ojos y la barriga con ternura.


— Oye cariño, ¿ya has pensado en algún nombre? Nunca hemos hablado de eso. Espera, mejor volvemos a casa y lo pensamos entre las tres. Es que creo que es bueno pensarlo, y deberíamos ya pensarlo aunque no lo sé que nombre, pero elegimos uno, no, dos, o mas? Lo que queiras por que eres la madre y bueno eso. — Dijó de golpe casi sin respirar.


— Estas nerviosa, amor? — preguntó la rubia acariciando la mejilla.


— No, no. — Forzó una sonrisa


— Segura?


— Sí, cariño, lo estoy bien. Dijó y la miró con ternura tranquilizando la embarazada


— Bueno lo del nombre pensamos las tres, Sofía nunca nos lo perdonaría.


La morena sonrió, aunque en quien pensaba era en Verónica. Iba a matar a aquella zorra traidora.





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Al entrar en la sala de estar se encontraron con Miguel llevando a Sofía a caballito por toda la habitación. Álvaro estaba sentado en el sofá con una copa de vino y se desternillaba de risa.


— Mamá, tío Miguel sube caballito y tío Álvaro es gracioso — exclamó.


Luimelia Vientos Celestiales - IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora