10 - Correr

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Amelia corrió más deprisa, para no oír cómo Sofía la llamaba a gritos, tanta emoción la desbordaba, así que corrió lo más rápido que pudo. Era algo que a ella se le daba muy bien.


Mientras corría pensó en Laura y se puso todavía más furiosa. Si no fuera por su ex nada de esto habría pasado. Podría recuperar su vida y tener... «¿El qué?», se preguntó, aminorando la marcha.


Dejó de correr y se dobló, apoyando las manos en las rodillas. Tenía ganas de vomitar, así que se irguió, respiró hondo y echó a andar por el camino de grava en un intento de concentrarse en la belleza del paraje.


En un momento dado se dio la vuelta, decidida a volver a la cabaña, pero se detuvo, se pasó la mano por el cabello húmedo de sudor y siguió andando en dirección contraria a la casa.


¿De verdad quería recuperar su vida? ¿Qué vida? ¿Verónica, a quien realmente ella no le importaba nada? Vale, el sexo era tremendo, pero aquel factor estaba perdiendo enteros para ella a marchas forzadas. Se paró y se rió en alto.


— ¿Qué probabilidades había de que llegara a pasar algo así?


Meneó la cabeza y tomó un sendero que se adentraba en el bosque.


<<Laura>>

Laura Martinez había sido una verdadera fuerza de la naturaleza

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Laura Martinez había sido una verdadera fuerza de la naturaleza. Desde que se vieron por primera vez en el aeropuerto de Chicago, se quedó enganchada a ella. Habían llamado al mismo taxi en el aeropuerto de O'Hare, bajo la tormenta.



**Flashback**

Amelia llevaba el maletín encima de la cabeza para no mojarse mientras le silbaba al taxi. No se fijó en el piloto que hacía lo mismo a su lado y, cuando el vehículo se detuvo junto a la acera, fueron a la puerta al mismo tiempo. Pensó que el piloto sería lo bastante caballeroso como para dejarle el taxi, pero se vio gratamente sorprendida cuando un par de profundos ojos castaños de mujer le devolvieron una mirada airada.


— Yo lo he visto primero afirmó la piloto, agarrando la manecilla de la puerta.


La pianista esbozó una amplia sonrisa y abrió la portezuela. — Mira, está diluviando. Vamos a compartirlo antes de que nos ahoguemos.


La mujer la observó unos segundos con los ojos entornados y luego se metió en el taxi. Amelia la imitó y se secó la lluvia de la cara. — Menudo chaparrón.

Luimelia Vientos Celestiales - IWhere stories live. Discover now