— No, no lo estaba. Estaba ofreciéndote una salida.


Amelia enarcó una ceja y se deslizó en el sofá para acercarse más a Luisita.


— ¿Crees que quiero una salida?


La rubia inspiró entrecortadamente y se miró las manos sobre el regazo.


— No te culparía si fuera así. Ni a ti o nadie.


Amelia miró lo ventre de la embarazada. 


— Bueno, eso es verdad.


— Por favor, no juegues conmigo, Amelia. Ahora no.


La tristeza en la voz de Luisita dejó a Amelia sin habla. Alargó la mano, le apoyó las yemas de los dedos en la barbilla para obligar a que la mirara a la cara y la sorprendió comprobar que tenía los ojos llenos de lágrimas.


Pasó otros largos segundos de silencio mientras la miraba profundamente a los húmedos ojos marrones.


— Luisa Gómez, ¿qué me has hecho? — susurró.


— No lo sé, pero, sea lo que sea, tú también me lo has hecho a mí.


— Escúchame bien. Nunca jugaría con tus sentimientos, creetelo Luisita  — aseguró. — Y sabes por qué? 


La rubia negó con la cabeza


— Vale, te lo cuento... — Eso era algo que tenía que decir antes de perder el coraje —. Luisita, cariño, yo te quiero. Te quiero de verdad. 


La rubia escrutó su rostro y a continuación, sin previo aviso, hundió la cara entre las manos y trató con todas sus fuerzas de no desmoronarse y romper a llorar.


La morena lo sabía y torció el gesto.


— Cariño ¿Vas a llorar?


Luisita solo pudo asentir antes de estallar en sollozos y abrazarse del cuello de Amelia, que la estrechó con fuerza y la dejó llorar en su hombro. Sonriente, la acunó con dulzura y la besó en el pelo.


— ¿Así que tú también me quieres?


Asintió entre sollozos, tratando de hablar. — Yo... sí, sí... — balbuceó.


— ¿Y sentiste lo mismo cuando leíste el poema? Porque me pareció que lo veía en tus ojos cuando nos miramos — quiso saber.


Luisita volvió a asentir. — Sí... Nunca pensé que tú... — sollozó sin remedio.


Luimelia Vientos Celestiales - IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora