Y llegaste tú © [Saga Tú: Libro 1] (Pronto En Papel)

Capítulo 29

~León~

—¿Quieres algo de comer? Tengo algunas chucherías para aguantar hasta que lleguemos.

Marcos me extiende una bolsa de papas fritas, pero niego y desvío la mirada hacia el cristal de la ventanilla del tren. El cielo está gris, indicio de que en cualquier momento va a llover.

—Voy a dormir un rato, me avisas cuando lleguemos. —Asiento sin dejar de ver el verde de los árboles que pasan como borrones.

Estamos de camino hacia el campus donde estudia y me quedaré unos días en el departamento en que vive allá. Me invitó porque, según él, necesito disipar la mente y olvidarme un poco de toda la mierda que ha pasado. Tuvo que insistir, incluso habló con papá y se pusieron a una para que aceptara.

No soy un tonto, sé que están buscando la manera de que yo reclame la beca. Esto no ha dejado de rondar mi mente, el problema es que quiero estar con mi abuelita porque ha estado mal en estos días. De hecho, venir con Marcos, a esta simple visita de dos días, se me dificulta.

Papá me dijo que ella está bien, y que se pondrá en contacto conmigo si eso cambia. Así que aquí estoy, de camino hacia la ciudad donde se supone que debía estar desde hace mucho, quizás con un empleo de medio tiempo y lleno de tareas.

Este pensamiento me hace ver con más claridad lo mal que ha estado mi vida. Me he alejado de las metas y propósitos que quería cumplir, de mi carrera como veterinario. No he conseguido una mierda luego de que salí del bachillerato.

¿Voy a seguir perdiendo el tiempo? Esta pregunta me hace helar la sangre y me da deseos de volver al pasado.

Agito la cabeza y cierro los ojos para tratar de descansar. No puedo dormirme, se supone que tengo que estar alerta para que no perdamos la parada. Aun así, me pongo los audífonos y me acomodo para dejar de pensar en las cosas que son irrelevantes ahora.

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—Ya llegamos.

Siento que me zarandea con brusquedad y abro los ojos de repente. Marcos me observa con el enfado marcado en sus facciones.

—¿Me dormí? —pregunto en medio de un bostezo.

Él rueda los ojos para después tirarme la mochila que preparé con mis cosas.

—Se supone que tú estabas vigilando, León. Por poco nos pasamos.

Me levanto del asiento y lo sigo hacia la salida del tren. El bullicio de las personas, los diferentes olores de comida y el frío hacen que me detenga para observar todo a mi alrededor. Hay mucha gente de aquí para allá, las calles están mojadas y vehículos por doquier.

—Ven, tomemos ese taxi.

Marcos me guía hacia un auto y un señor bajito nos abre la puerta para que entremos.