𝟨. 𝔈𝔩 𝔱𝔦𝔢𝔪𝔭𝔬 𝔭𝔞𝔰𝔞

14 4 0
                                    

Es gracioso verme al espejo ahora. De pie, frente mi reflejo, puedo notar como los años han pasado, cómo ya no soy tan joven como hace tiempo. Mi rostro cansado deja ver lo harto que estoy, las ojeras definen lo poco que he estado durmiendo.

Quiero descansar, ¿pero eso qué significa realmente? No lo sé... Y si soy sincero, pocas veces estoy seguro de algo. Sólo quiero que esto que me agobia se apacigüe, no importa si sigo ardiendo, simplemente quiero rendirme y caer, recuperar mis fuerzas como hace años podía hacerlo.

Detesto ser viejo. Es algo inevitable, eso lo entiendo, en algún momento saldrán tantas canas que mi cabello oscuro será plateado... Y no quiero verlo. No quiero ver cómo lo que soy se convierte más y más en la viva imagen de él... No quiero ser más él que yo, porque lo odio. Verme con esta barba me hace recordarlo, porque sus ojos están en mí, su mirada penetrante está en mí, su destrucción y enojo, y no puedo evitarlo.

Tomo un cenicero y lo lanzo al espejo, rompiéndose en múltiples pedazos.

El sonido atrajo a las personas que me atormentan desde hace muchos años... Justo llegaron, justo están afuera. ¿Por qué? ¿No se habían ido? ¿Por qué regresan? Ni siquiera un momento puedo estar tranquilo.

—Qué patético el pequeño Kvarforth, ¿no es así? —Escuché la voz suave del mismo hombre que siempre llega a burlarse y culparme.

—Sí, me da mucha pena. ¿Deberíamos hacer algo? —Siguió una mujer de voz dulce; suele acompañarlo de vez en cuando.

—¿Qué cosa? ¿Avisarle al señor? El señor ya no está.

—¿Y qué tal a otra persona?

—Se va a morir pronto, ¿por qué hacer algo más? Sólo míralo.

—Entonces... ¿Sólo veremos?

—Sí. En algún momento perderá los estibos. De seguro hasta nos está escuchando. —Y después de eso, cesa. De igual manera, sé que están ahí.

Desde hace casi una década, esas personas están ahí vigilándome, y no entiendo del todo su propósito aparte de atormentarme.

—¿Qué quieren? —Pregunto en tono tranquilo, mirando mi rostro en los pocos pedazos que aún yacen en el marco del espejo— ¿Por qué tienen tanto tiempo libre? Déjenme en paz...

—Te estamos vigilando. —Responde el hombre— Has hecho muchas cosas.

—¿A ustedes qué les importa?

—Has matado, has abusado... ¿No sientes culpa? ¿No sientes cómo las ideas de perecer llenan tu cabeza?

—No tengo por qué. —Contesto con algo de inseguridad.

—Tienes mucho por qué. ¿Recuerdas a Johan? ¿Qué tal Vee? ¿Zenón? ¿Y aún así dices no tener razones? —Llevo mis manos al rostro, deslizándolas hasta mis oídos, tampándolos para no escuchar.

—No hay. Se fueron porque quisieron. —Susurro, entrando lentamente en pánico. Mis piernas fallan, se vuelven más débiles hasta sentarme en el suelo.

—Sabes que no. Eres tú, y siempre has sido tú. Tu madre, tus tíos, Lynx, Johan, Vee, Zenón, Alice, Kvarforth... Incluso personas sin nombre que sufrieron por tu culpa. ¡Siempre ha sido tu culpa y no lo aceptas! ¡Mediocre! —Cierro los ojos con fuerza, presionando más mis orejas.

—¡Ellos sabían! Ellos sabían...

—Eres basura.

—No puedes culparme...

—Eres peor que el señor. Por lo menos, él intentó otro camino, mientras tú... Eres tú.

—Soy como él, ¿por qué haces diferencia? Soy Kvarforth.

KvarforthWhere stories live. Discover now