—Así que vienes de un reformatorio.

—Les gusta llamarlo «centro de menores».

—Lo siento...

—¿El qué sientes? —Se separa con brusquedad, rompiendo el contacto. Ella lo mira con asombro.

—Todo esto. Mira, de verdad que lo lamento. —Nessa atisba un brillo peligroso en su mirada, aunque acompañado de algo más: dolor, uno muy profundo.

—¿El qué, haberme tratado como a una mierda o ser la típica tía que solo se acerca a los capullos? ¿Te parezco interesante ahora que piensas que soy un delincuente? —Da un paso al frente en actitud amenazante, colocando un brazo a cada lado de ella y acorralándola contra las taquillas metálicas. Vanessa ha sentido esas palabras como un latigazo. En menos de media hora ha pasado de pensar que ese chico era un palurdo a creer que tenía algo que ofrecer, para acabar conociendo al cabrón que en realidad se esconde tras esa bonita cara. Le da un fuerte empellón.

—Delincuente, no sé; subnormal, un rato. Solo quería decirte que has estado a la altura, nada más, pero acabas de caer en picado, ¿sabes? ¡Que te jodan! —Lo empuja con la mochila, alejándose por el pasillo.

Él saca los cascos y los enchufa de nuevo a su reproductor, dejando que un tema de Train se deslice por sus oídos y ahogue el mea culpa que entona en su fuero interno.

* * *

Las chicas deciden saltarse la primera clase e ir al bar de siempre para ponerse al día. Úrsula está fantástica: luce una piel bronceada en contraste con una melena más rubia que a mediados de junio, cuando se despidieron. Viste una minifalda vaquera deshilachada, camiseta y sandalias blancas. Está radiante de felicidad, las vacaciones le han sentado de lujo. Repite curso y, aunque suene horrible, Nessa se siente en parte bien por ello, así tendrá a alguien con quien hablar, pero no demasiado si no quiere pasarse el resto de su existencia entre las paredes de ese instituto. Rebeca se ha cortado su rizado cabello cobrizo, que ahora apenas le roza los hombros. Sus iris parecen más verdes que nunca. Lleva un vestido hasta los tobillos estilo ibicenco y calzado a juego, sin olvidar unos cuantos colgantes que tintinean entre sí. Ella cursa segundo de bachillerato de Ciencias. Siempre ha sido la más nerviosa. Curiosamente, en momentos críticos saca fuerzas de flaqueza y se convierte en la cabeza pensante. Es la adolescente «nueve sobre diez», con unos padres exigentes que siempre le piden más.

—Os he echado tanto de menos. —Una sonrisa se dibuja en el rostro de Nessa y todo el malhumor desaparece; las tres se funden en un caluroso abrazo.

—Veo que continúas en tu etapa cucaracha —observa Úrsula arqueando las cejas ante la indumentaria oscura de su amiga.

—Y tú en la de zorra, pero te quiero igual —le contesta con un pellizco simbólico en el brazo.

—Joder, niña, podías haber elegido otras asignaturas optativas; no coincidimos en ninguna —protesta echando un rápido vistazo a los papeles de Nessa y frunciendo el ceño.

—Tranqui, te aburrirás de mí. Todavía tendrás que verme el careto en las generales.

—Es hablar de esto y entrarme el mono. ¿Os hace un piti? Yo mataría por unas caladas, pero mi tía me requisó el tabaco. Seguramente, a estas alturas se lo habrá fumado todo la muy guarra.

Úrsula vive con su padre y la hermana de su madre, con la que este se casó al poco de fallecer ella. Por supuesto, la situación le parece un asco y no tolera esa relación, que intenta sabotear siempre que se le presenta la ocasión.

—Toma, guapa. Uno y los que quieras. —Lorca, al que las chicas ni siquiera han oído llegar, desliza un cigarrillo extralargo entre los labios de la rubia, acercándole la llama de su Zippo. —Bueno, ¿vendrás después al local, princesa? Hoy no hay ensayo y lo tenemos para nosotros solos.

Nessa siente que se ha perdido más de lo que pensaba durante las vacaciones de verano. Él la mira de soslayo, asomando la lengua con disimulo en un gesto obsceno. Su corazón se desboca por la rabia. Aprieta los puños con tanta fuerza que las uñas pintadas de negro se le clavan en las palmas de las manos.

—De acuerdo. Te veo luego. —Sus lenguas se funden en un beso que destila más pasión que amor. Nessa conoce de primera mano el tacto de esos labios porque hace menos de noventa días era ella quien los saboreaba. Nadie conoce la historia, a excepción de ellos dos y las paredes del mencionado local, donde en una tarde de lluvia, inconsciencia y alcohol, perdió la virginidad y el norte. Desvía la mirada hacia las vetas de la vieja madera del suelo, repleta de quemaduras de cigarros que ni tan siquiera deberían estar ahí debido a la normativa vigente. Intenta apartar de su mente el recuerdo de aquel encuentro y las glaciales palabras que él le dirigió al terminar y hacerse a un lado para pegar un trago a su cerveza barata y una calada a un pitillo recién encendido: «Voy a echar una meada. Deberías marcharte. Por cierto, no puedo llevarte en la moto, he quedado con los colegas para tocar, ya me entiendes». Y eso fue todo. El momento especial, esa ocasión con la que todas las chicas fantasean, se convirtió en la sombra de una sombra de lo que debería haber sido, para vergüenza de ella y orgullo de él, que sumaba una conquista más a la colección.



Oh My Gothess (Primeros capítulos) Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora