033 l Cerecita

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Stella acarició su mentón con la yema de los dedos, achicando sus ojos sobre el peliblanco.

—¿Por qué me estás viendo de esa manera? —protestó Morfeo, arrugando el entrecejo.

—Es que la verdad no creo que sea una muy buena idea —contestó la rubia, encogiéndose de hombros—. Rojita es la mujer más testaruda, directa con las metas en claro, que rara vez se distrae.

—Por eso te estoy pidiendo ayuda, Stella. —Resopló, cruzando los brazos—. Sé cómo es, y no creo que tirase todo un día por su propia voluntad.

—Bien, yo le digo, pero te hubiera agradecido que me hubieras dicho con unos días de antelación para planearlo en mi mente. —Meneó las manos a los costados de su cabeza—. Déjamelo a mí, igual te va a salir un poco caro, porque yo también quiero ir a pasear.

—Sí, Stella. La próxima vez te llevo a ti también —prometió un poco fastidiado con la mano en el pecho.

—Perfecto. —Extendió su mano hacia él para cerrar el trato—. Buenas noches.

Nicoletta salió de la ducha en pijamas justo en ese preciso momento mientras que con una toalla secaba su cabello, pero se detuvo al ver a su amiga apretando amigablemente la mano del dios, al instante, separaron las manos, lo cual era sospechoso.

—¿Pues que pecado estaban cometiendo?

—Nada, rojita. Yo estoy un poco cansada e iré a dormir ahora, ¿vamos?

La pelirroja asintió con la cabeza ceñuda y no muy convencida. Le regaló una sonrisa a Morfeo como despedida antes de ir al cuarto de Stella, preparada para ir a dormir. Se acostó del otro lado, y segundos más tarde llegó la rubia, dejando caer su espalda en el espacio libre, sin ver a su amiga.

—Nicoletta... —inició Stella más como una súplica.

De la garganta de la otra chica salió un ruido, haciéndole saber que estaba prestando atención.

—Estoy segura de que vas a querer matarme, es que... Necesito un gran favor —carraspeó su garganta con una evidente inquietud.

—¿Un favor? Claro que sí, todo lo que tú quieras. —Se giró sobre su lugar, tocando con el dedo índice el hombro de la otra chica para que se girara, pero ella no se voltea—. Te estás comportando raro...

—¿Yo? No, claro que no —respondió con rapidez para estar cara a cara.

—Entonces, ¿por qué tanto misterio sobre lo que me quieres pedir?

—Es que creo que me vas a matar —confesó sin ser capaz de sostenerle la mirada.

—Haz hecho demasiado por mí, que nunca podría matarte ¿Qué es eso que me tienes que pedir? Ni que fuera algo tan grave, no es como si me pidieras que me fuera a España o algo por el estilo —carcajeó con humor, pero se detuvo en seco cuando Stella no continúo— ¿Quieres que vaya a España?

—Algo como el estilo, pero no tan lejos. Lo que sucede es que tengo un material que debo recoger en Venecia...

—¿Y por qué no pides que te lo manden por paquetería? Seguro si lo encargas en expreso te llega en menos de tres días.

—El asunto es que lo ocupo para el siguiente día, y mañana tengo un trabajo importante para una grabación, necesito prestarle atención a los modelos y los maquilladores, no tengo tiempo. Y sé que sales temprano de la universidad, le pregunté a Pía, y tampoco tienes guardia... —balbuceó, esquivando las miradas represivas de su amiga.

—Stella... —advirtió Nicoletta con una voz grave—. No me puedes desviar de mi día, tengo tareas pendientes e ir hasta Venecia en tren, y de regreso.

El capricho de Morfeo [CD #2]Where stories live. Discover now