—Conocía los riesgos desde antes —acotó sin inmutarse—. Quiero una cafetería donde la Comunidad se sienta segura y aceptada, y no voy a cambiar de opinión.

Charles frunció los labios, Liú Tian agarró a Nana con los dos brazos cuando la niña lo sujetó por el cuello.

—Anda, dilo, Charles.

—No he dicho nada —dijo Xiao Zhen.

—Tu cara lo dice.

Hizo una pausa.

—Podrías haberlo hecho menos obvio.

Ambos se voltearon al cartel que estaba pintado con los seis colores de la bandera LGBTQ+, eso sin contar en los lienzos que colgaban del techo de la misma tonalidad y que la cafetería se llamaba «La Comunidad».

—¿Tú crees? —dudó Liú Tian.

—La sutileza nunca fue lo tuyo, gege —se rio.

—Contigo sí lo fui —debatió.

—Me ofreciste tu pierna la segunda vez que nos vimos.

Riendo, Liú Tian dejó a Nana en el suelo.

—Sí, la sutileza no es lo mismo —aceptó.

Ingresaron al local, el cual comenzaba a tomar forma. Ya tenía instalado el piso, la barra y un enorme tablero con los nombres y precios de las bebidas. Charles le echó una lectura, apuntó uno que le llamó la atención.

—¿Qué es un «No se dice esternocleidomastoideo»?

Liú Tian había tomado asiento en la barra alta y observaba con una sonrisa a Nana, que jugaba en el suelo con unos pinceles que estaban manchados con pintura.

—Es un café sin cafeína.

—¿Y por qué le pusiste ese nombre?

La mirada de Liú Tian se desvió hacia él un instante, mantenía las piernas cruzadas, el codo apoyado sobre la rodilla y el mentón sobre el puño.

—Porque me trae buenos recuerdos.

Sintió que se estaba sonrojando, por lo que continuó leyendo los nombres. Al llegar a uno, jadeó.

—¿En serio, gege?

—¿Por cuál de todos estás reclamando? —bromeó.

—Le pusiste a una bebida «Charlitos».

—Ese es un té con un toque de canela. La que dice «Luan», por supuesto que es un café amargo y cargado.

—¿Y el que dice «gege»?

Liú Tian intentaba ocultar una sonrisa tras el puño.

—Ese es un té suave con un pastel de arroz.

—¿Y «didi»?

—Un té cargado, pero viene solo.

—¿No debería ser al revés?

—No —contestó Tian con tranquilidad.

Se había sentado recto en la barra y posicionado las manos por detrás del cuerpo.

—¿Por qué no?

Su atención cayó en las manos de Liú Tian que desataban el pañuelo, dejando al descubierto su cuello. Dos emociones le asaltaron a la vez. Pánico y otro que no quería recordar.

—El que me llamaba «gege» eras tú, por eso es un té suave.

Para hacer algo, Charles recogió una hoja blanca que estaba en la barra. La mirada de Liú Tian lo siguió mientras le llevaba el papel a Nana. Se sentó a su lado y la ayudó a doblarlo porque hace unas semanas había aprendido que, extrañamente, a Nana le encantaba hacer eso.

Decalcomanía (Novela 2)Where stories live. Discover now