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Diciembre, 1979

El padre de Xiao Zhen nunca había amado a su hijo, eso Liú Tian lo entendió de la peor manera. Por eso, cuando Charles dejó de asistir a la universidad y los días se prolongaron en semanas, Liú Tian fue a buscar a Luan a su última clase. Lo acorraló apenas abandonó el aula.

—Acompáñame a la casa de Xiao Zhen —pidió—, por favor.

Luan iba con las manos escondidas en los bolsillos del abrigo.

—¿Y qué gano yo?

—¡Lu! —protestó en un jadeo.

Su amigo dio un suspiro.

—¿Sabes que me arrepiento a diario por haberte ayudado hace tres años en la cafetería? —se quejó.

—No mientas, tú no puedes vivir sin mí.

El que no contestase a su provocación, le dio la mejor de las respuestas. Más aplacado, sujetó a Luan por el brazo.

—¿Iremos?

—¿Por qué no lo llamas por teléfono? ¿No te lo sabes?

—¿Tú crees que no lo hice? El número ya no existe.

El paso de Luan vaciló, sintió que lo comprobaba de reojo.

—¿No? —cuestionó con sorpresa.

—No. Algo le pasó... algo debe haberle hecho el general... y yo... y yo debo saber si está bien. Por favor, te lo suplico, necesito tu ayuda.

Llegaron a la altura de la cancha de baloncesto. Luan sacó las manos de los bolsillos y tomó una profunda inspiración.

—¿Qué necesitas que haga?

—Debemos vigilar su casa.

—¿Con qué fin? —entonces, frunció las cejas. Primero su expresión fue de desconcierto, seguido de la ira—. ¿Eres realmente tan idiota?

—Lu, solo déjame...

—¡Te quieres meter a esa casa! —jadeó Luan sin aliento.

—No pensaba hacer eso, ¿me dejas explicarte al menos?

Luan se cruzó de brazos.

—Anda, hazlo rápido.

Se removió incómodo porque sabía que su amigo de igual forma terminaría enojado con él.

—Vigilaremos la casa.

—¿Con qué fin? —insistió.

—Cuando Xiao Zhen se quede solo, golpearé para hablar con él. No puedo hacerlo si están los guardias, porque no me dejarán verlo y el general se enterará —cruzó las manos frente suyo—. Por favor, serán solo unos minutos. Únicamente necesito saber si está bien.

—¿Y luego?

Aquello lo desconcertó.

—¿Cómo?

—¿Qué vas a hacer después de eso? Si está mal o no lo encuentras, ¿qué vas a hacer?

—Eso lo pensaré si llega a ocurrir.

—No, no vamos a ir sin un plan. Es un suicidio, no te dejaré hacerlo. Piénsalo. Y cuando tengas un plan con tres opciones, te ayudaré.

Frunció los labios. No obstante, no le quedó más que aceptarlo porque sabía que Luan no cedería con eso.

—Está bien, pero necesito que hagas algo antes.

Dos días más tarde, su amigo lo esperaba sentado en las gradas de la cancha de baloncesto. Liú Tian llegó a tropezar en los escalones para llegar a su lado. Le habló sin aliento y acelerado, con los ojos enormes por la incertidumbre.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora