—Sé tanto o menos que tú, gege.

Se terminó lo que quedaba de té.

Los estudiantes ya empezaban a llegar en manada a la universidad.

—¿Cuál es tu color preferido? —le preguntó para hacer hora—. Nunca te lo había preguntado.

La atención de Xiao Zhen fue a su garganta que estaba cubierta por un pañuelo amarillo.

—El amarillo.

Liú Tian sintió que se sonrojaba.

Desvió la vista, se tocó las mejillas con las manos.

—¿Y el tuyo, gege?

Lo comprobó por el rabillo del ojo. Charles iba completamente de negro, a excepción de una camisa celeste.

—El celeste. ¿Y cuál es tu película favorita?

—Fiebre de sábado por la noche. ¿Y la tuya?

Liú Tian volvió a sonrojarse. Aquella película la habían transmitido en televisión abierta hacia dos meses. La vieron en la casa de Luan, y dejaron de hacerlo cuando su amigo salió a comprar algo para comer. Se habían besado con tanta intensidad en ese sofá anticuado que olía a cigarro por culpa del abuelo, que Tian se había encerrado en el baño cuando escuchó que su amigo regresaba.

—La misma —contestó Liú Tian. Se llevó un mechón tras la oreja, todavía sostenía el vaso de papel en la mano—. ¿Y tú canción favorita, Charlitos?

How deep is your love.

Lo fulminó con la mirada, bajó la voz.

—Esa te la dediqué yo. Elije tus propias canciones, ladrón.

—Entonces —Xiao Zhen frunció los labios fingiendo que meditaba—, My sweet Lord.

—¡Te detesto, Charleston! ¿Vas a seguir con esa broma?

Los ojos de Xiao Zhen se habían empequeñecido debido a su sonrisa. Se la regresó. Charles levantó la mano, Tian alcanzó a retroceder antes de que alcanzase a tocarlo. Comprobó al chico que estaba detrás suyo, por fortuna usaba toda su energía para no dormirse de pie.

—Lo siento —susurró Charles, al comprender lo que había estado a punto de hacer.

—No importa —Liú Tian hizo una pausa—. Carlitos...

Como no continuó, el chico lo comprobó de reojo.

—¿Sí, gege?

—Siempre pides disculpa por todo.

Fue una simple observación, no obstante, por alguna razón, aquello desconcertó a Xiao Zhen. Su expresión de sorpresa perduró en su rostro unos instantes, después sus labios se encogieron en tristeza.

—¿Lo hago? —susurró.

Quiso tocarlo.

Juntó las manos para evitarlo, el vaso de papel quedó aplastado entre sus palmas.

—Sí, hasta por las cosas más pequeñas.

Xiao Zhen apartó una piedra pequeña con la punta del zapato.

—Debe ser por mi padre —suspiró—, lo sien...

—Ibas a hacerlo nuevamente —lo interrumpió.

—Sí, yo... lo sien... —soltó una risa que se oyó algo chirriante—. Iba a hacerlo otra vez.

Tardaron otra hora más en ingresar. Antes de separarse, ya que iban a departamentos distintos, Xiao Zhen lo sujetó por el codo.

—¿Podemos vernos después de esto, gege?

Decalcomanía (Novela 2)Место, где живут истории. Откройте их для себя