Capítulo 14: Inexplicable

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Cuando levantó la vista hacia los ojos azules del entrenador, este aguardaba quieto por la respuesta, pero la elevación interrogante en sus cejas delataba que comenzaba a impacientarse.

—Bien, acepto. 

El trabajo era una reverenda locura

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El trabajo era una reverenda locura.

La oficina del entrenador apenas era transitable con la cantidad de cajas de archivo que ocupaban la mayor parte del espacio, y que se apilaban unas sobre otras, incluso sobre el escritorio vacío de la entrenadora Latrice. Todo lo que contenían eran los expedientes deportivos de todos los alumnos..., desde hace diez años. Carpetas y más carpetas con fichas de identificación y fotos de alumnos que probablemente ya eran todos unos adultos.

La misión: Descartar los archivos con más de 10 años de antigüedad y digitalizar los que quedaran.

Con todo el trabajo pendiente y que al parecer al entrenador le tocaba hacer eso solo, no le sorprendía que tuviera el pelo medio revuelto de tanto mesárselo.

—¿Quién ordenó hacer esto? —inquirió Kian, observando desconcertado las cajas.

El entrenador resopló por la boca, y rodando los ojos soltó:

—Callahan.

Se dejó caer sobre su silla. Kian levantó la vista hacia él, sorprendido desde que lo había escuchado resoplar y hacer esos gestos mientras mencionaba al director. Otra vez le parecía demasiado joven para su edad. Como adolescente que se queja de un profesor amargado que encarga mucha tarea y no deja holgazanear en casa. Nunca había visto a ningún otro profesor que en un momento de «aquí entre nos» se mofara del director o hiciera gestos impropios sobre él. Pero enseguida se acordó que si alguien podía hacerlo, incluso frente a Callahan, ese era Sebastian Gellar. Kian había escuchado muchas veces que Sebastian había sido alumno de Callahan cuando este último era el entrenador de Dancey High. James Callahan había visto crecer a Sebastian, y Sebastian había visto envejecer a Callahan. Tal vez el haber pasado tantos años juntos en ese ambiente de escuela les otorgaba ciertos derechos de antigüedad. Solo que el actual entrenador se encontraba en desventaja con todo ese trabajo...

—¿La nueva entrenadora no lo ayuda? —le preguntó Kian, comenzando a sentir algo con lo cual estaba poco familiarizado: pena ajena.

—Eventualmente —respondió, distante, mientras movía frenético el mouse porque se le había congelado el cursor en la pantalla del computador—, pero por ahora la prioridad que se tiene con ella es que se familiarice con los grupos, no que esté metida aquí haciendo trabajo administrativo.

Kian miró la hoja que tenía en la mano. Se trataba de una lista de cotejo que el entrenador le había dado mientras le explicaba todo. En ella aparecía el número de caja, y el tipo de documentos que se supone debía contener. Comenzó a buscar la primera de la lista, moviendo y volteando algunas cajas para mirar el número.

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