Capítulo 8: Por una maldita sonrisa

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La locura de haber faltado al Nightmare le había costado cara durante todo el fin de semana porque Enzo se tomó la libertad de aumentar su carga de trabajo, y con ello, las horas que pasaba ahí.

Sin embargo, al final del domingo cayó en cuenta de que las anteriores cuarenta y ocho horas las había pasado con ligereza. La nube de malhumor que parecía seguirlo a todas partes se disipó sin que lo advirtiera, hasta que le sorprendió no ser capaz de recordar cuál fue la última vez que se había sentido así, como si se hubiera despertado en otra realidad, una mejor.

Desde el día del baile casi no había pisado la casa, de modo que esa debía ser la razón por la cual se sentía bien. Eso y... Y solo eso.

Sin embargo, la sensación duró hasta el lunes y fue remplazada por una extraña exaltación que le tenía hormigueando el estómago de camino a la escuela.

Y hablando de escuela, quizá fuera su imaginación, pero notaba que el ambiente estaba más empalagoso por los pasillos con las nuevas parejas que se habían formado gracias a la oportunidad del baile. Mucho más efectivo que San Valentín, era lo que opinaban algunos.

«Livy y Kent habrán...»

No. Alto. En primera, ¿Livy? ¿En qué momento había pasado de ser «Olivia» a pensar en ella de forma tan familiar con su diminutivo?

Y en segundo, ¿qué más le daba si ella y Kent ahora eran una pareja? A pesar de que ella había salido llorando del baile...

Sacudió ligeramente la cabeza, poniéndose ceñudo mientras subía las escaleras hacia la primera clase. A pesar de su arrebato del viernes, tenía claro que de nada le iba a servir seguir pensando en el tema.

Ya en el aula, se dejó caer sobre uno de los lugares del fondo. Había llegado más temprano de lo usual, así que se concentró en desenredar el par de audífonos que encontró en uno de los bolsillos de la chaqueta.

El peso de una mochila cayendo al suelo retumbó cerca de él. Alguien arrastró escandalosamente la silla de enfrente, y se sentó con un resoplido dramático, como si hubiese corrido hasta ahí. Tenía la sensación de que hacía eso para llamar la atención, y que además lo miraba fijamente, pero, quien quiera que fuera, Kian lo ignoró, centrado en deshacer un nudo imposible entre los cables.

El recién llegado carraspeó, pero eso solo provocó que Kian se sumiera más en su labor.

—¿Qué pasó con Olivia?

Debía haberlo adivinado. Cuando levantó la cabeza, era Gil el que lo miraba con ojos entrecerrados, llenos de sospecha, y una sonrisa ladina.

—Sabía que eso te haría reaccionar —Se mofó, recargando un brazo sobre la mesa de Kian. Sin embargo, este lo miró con una expresión inescrutable.

—¿Qué pasó con Clara? —repuso, volviendo la atención a los audífonos.

—Claudia.

—Eso.

—La mandamos a la mierda, ¿te acuerdas? No me cambies el tema, Gastrell.

Kian tomó aire, dejando por la paz los malditos audífonos que de todas formas no estaba logrando desenredar porque ya ni se concentraba. Luego, miró a Gil fijamente.

—Ve al grano. ¿Qué quieres?

Gil se encogió de hombros, tomando los cables que Kian había soltado para intentar desenredarlos.

—Nada, la verdad, molestarte —soltó, pero al no recibir respuesta, alzó la mirada, encontrándolo recargado sobre el respaldo de la silla, con los brazos cruzados y su expresión fría e indescifrable de siempre. Como seguía sin decir nada, Gil se aventuró—: Eso y... —vaciló, tratando de encontrar las palabras, pero al no hallarlas, dejó también los audífonos sobre la mesa, mirándolo directamente— ¿Viniste al baile para ver a Olivia?

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