━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈: Un sabio me dijo una vez

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—¿Todo bien, Kaia? —quiso saber Piel de Hierro, quien la conocía lo suficiente como para saber que algo le sucedía. Solo había que fijarse en cómo comprimía la mandíbula, como si de alguna manera se estuviese reprimiendo—. ¿Ocurre algo? —Su mirada saltó de la recién llegada a su progenitora, cuya expresión se había crispado levemente.

Kaia no contestó, lo que solo sirvió para enrarecer aún más el ambiente, que ya de por sí estaba tenso. Björn hizo un mohín con la boca, cada vez más convencido de que algo no cuadraba con el comportamiento de su amiga, mientras que Svase y Snæfrid intercambiaron una mirada confusa. La única que se mantuvo imperturbable fue Lagertha, cuyos ojos no se apartaban de los de su lugarteniente.

—¿Podemos hablar? —La voz de Kaia restalló como un látigo—. A solas —remarcó sin romper en ningún momento el contacto visual con la rubia.

Lagertha realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, justo antes de ponerse en pie. Su hijo estuvo a punto de decir algo, de insistir en que le contasen lo que estaba sucediendo, pero ella le urgió a mantenerse callado. Posó una mano en su hombro derecho y se lo estrechó con suavidad, a lo que Björn profirió un lánguido suspiro, resignándose a obedecer.

La Imbatible, por su parte, echó a andar hacia el aposento anexionado a la sala del trono, seguida muy de cerca por la reina. No se volteó hacia ella en ningún momento y Lagertha tampoco se molestó en decir nada, caminando en el más absoluto silencio. Sus manos continuaban cerradas en dos puños apretados, con las uñas clavándose de manera dolorosa en sus palmas. Una forma de mantener a raya aquella vorágine de sensaciones que llevaba acompañándola desde que había salido de casa.

Ambas se adentraron en aquella otra habitación que les confería algo más de privacidad... Y de libertad a la hora de hablar.

Kaia aminoró el paso hasta detenerse por completo. Seguía dándole la espalda a la soberana, por lo que cerró los ojos y respiró hondo, tratando de poner sus pensamientos en orden. Cuando giró sobre sus talones para poder encarar a Lagertha, vio que esta había adoptado una postura regia, con la espalda recta, las manos entrelazadas sobre su regazo y el mentón erguido. Sus iris azules la observaban con serenidad, pero también con tiento y mesura.

—Te lo ha contado. —Fueron las primeras palabras de la rubia.

Kaia frunció el ceño, poblando su frente de arrugas. Ejerció más presión en sus puños cerrados, sintiendo cómo las uñas se hincaban todavía más en la carne sensible de sus palmas, hasta el punto de crear pequeñas muescas con forma de media luna en ellas, pero se mostró indiferente ante aquel pellizco de dolor. Es más, lo agradecía, puesto que la ayudaba a mantener la cabeza fría, a no dejarse llevar por aquel caos de emociones que se agitaba furiosamente en su interior.

—¿Cómo has podido? —le increpó La Imbatible. Pese a que su tono era moderado, la rabia y la frustración podían apreciarse en cada una de sus palabras, al igual que la decepción—. ¿Cómo has podido, Lagertha?

La susodicha inspiró por la nariz.

Avanzó hacia la mesa redonda que se erigía en el centro de la estancia —que era mucho más pequeña que la sala del trono— y tomó asiento en una de las sillas. Apoyó su codo derecho en la superficie de madera y se llevó esa misma mano a la frente para poder masajear cuidadosamente sus sienes, que le palpitaban a causa de un incipiente dolor de cabeza.

—¿Tienes idea del estado en el que se encuentra Drasil? —prosiguió Kaia debido a su mutismo. Ella, en cambio, se había quedado de pie—. ¿Acaso eres consciente de todo el daño que le has causado? —Aquella última interpelación hizo que Lagertha volviera a mirarla con un gesto vacío de toda expresión—. Se ha presentado en mi casa tan alterada que casi no podía respirar. Al principio no quería contarme lo que ha ocurrido... Pero no le ha quedado más remedio que hacerlo cuando ha explotado y se ha derrumbado en mis brazos.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now