Capítulo 18

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No podía dejar de pensar en eso

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No podía dejar de pensar en eso. Me estaba comiendo las uñas debido a la curiosidad pero consideraba que era una descortesía preguntarle a Camilo si era gay. Ese comentario a medias me hizo perder la cabeza. No estaba seguro de si él quiso dejarlo implícito o directamente no le gustaba hablar del tema, y a esas alturas era algo que necesitaba saber, o acabaría volviéndome loco.

Ansioso. Curioso y ansioso.

—¡Guau! —Mariana me interceptó en la cafetería de la uni—. ¿Esas son las muñequeras de Camilo? ¡Y también llevas las uñas pintadas!

—Sí, es un experimento social. Estamos viendo si me siento más cool usando sus accesorios.

Ella se carcajeó.

—Te ves adorable.

—Sí, es lo máximo a lo que aspiro, créeme.

—Bueno, no seas tan pesimista, lo que pasa es que tu look no es el de un chico malo que usa tachas, tú eres más del tipo reservado e intelectual. Aunque me gusta cómo te quedan las uñas pintadas, deberías probar más colores.

—¿Me estás tomando el pelo?

—¡Claro que no! —Ella me abrazó con fuerza—. Oye, cuando terminen los exámenes vamos a planear la salida de la que hablamos la otra vez. Ya hablé con mi madre para que me preste la casa. ¿Tú vas a ir? Dime que sí.

—Si te digo que lo voy a pensar, ¿lo aceptas?

Hizo un mohín.

—Sí, pero no lo pienses demasiado. Anda, nos vamos a divertir un montón. Avísale a Camilo.

Ese último comentario quedó resonando en mi cabeza. Mariana había despertado sin querer ese punto de desconfianza que me llevaba a pensar que ella solo me usaba como puente para llegar hasta Camilo. Si fuera una persona más segura se lo preguntaría directamente, pero no tenía el valor para hacer algo así.

Antes de entrar a la primera clase, le comenté a Camilo sobre los planes de Mariana.

—¿Y al final sí vas? —me preguntó.

—Lo voy a echar a la suerte. Si salvo los exámenes voy, si pierdo alguno me quedo.

—¿Es como una especie de autocastigo? Como los que nos ponían nuestros papás de niños.

—Algo así.

—Mira, mis muñequeras te van a dar suerte, así que no tienes de qué preocuparte. Solo recuerda lo que estudiamos y será pan comido.

Admiraba la capacidad que tenía para mantener la calma. O tal vez estaba tan nervioso como yo, pero no lo demostraba. Lo había mencionado antes: actitud. La actitud lo era todo.

Traté de contagiarme de esa confianza y realmente no sé si fueron las muñequeras, las uñas pintadas o yo mismo, pero sentí que algo estaba cambiando dentro de mí. Me sentí seguro. No sé si había logrado responder correctamente todas las preguntas del examen, pero me sentía genial, y eso para mí ya era más que ganancia.

Cuando llegué a mi casa, mi madrina —que todavía no había visto los accesorios que me había prestado Camilo—, me miró sorprendida.

—No sé si preguntar primero sobre tu examen o sobre el repentino cambio de look.

—Ah, ésto —dije de forma desinteresada, refiriéndome a la muñequera y todo lo demás—. Me lo prestó Camilo para darme suerte.

—Tú nunca creíste en la suerte, cariño.

—Pero él sí, y me contagió con su... Vibra positiva o algo así.

—¿Entonces significa que te fue bien?

—Estoy casi seguro de que sí.

—¡Genial!

—Oye, y también me quemé las pestañas estudiando, no le demos todo el crédito a las "buenas vibras" —agregué.

Mi madrina solo me sonrió.

Supongo que ella también estaba notando que ese chico cascarrabias y amargado estaba cambiando de a poco. Había algo que estaba renaciendo dentro de mí; una especie de autoconfianza que me estaba haciendo sentir mucho mejor que antes.

 Había algo que estaba renaciendo dentro de mí; una especie de autoconfianza que me estaba haciendo sentir mucho mejor que antes

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Amor en talla XLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora