Gwon y Kim se miraron con fijeza, un enfrentamiento con muchas ansias.

—¡Jennie, hola! —exclamó Lisa con una sonrisa amplia.

—Nada mal, Liz. Resultaste ser más inteligente que estos tontos.

Bak se acercó rápidamente a la pelinegra y le apuntó con un revólver. Kim tiró las armas al instante.

MinHo sonrió para después dar fuertes y sarcásticos aplausos.

—Bravo, Jennie. No puedo imaginar el ingenio, las agallas y la obsesión que necesitaste para estar aquí —se acercó sigilosamente hacia ella.

—No fue tan complicado como crees. Por suerte, ni tú ni tus hombres son muy hábiles.

Uno de los tipos lanzó una gruesa cadena y apresó la cintura de la castaña con brusquedad.

—Quien es inteligente y quien no, no se decidirá tan rápido.

La mencionada fue jalada hasta tal punto de poder ser golpeada con facilidad. Ante la dureza de la agresión, Jennie cayó estrepitosamente al suelo.

—Eso se decidirá cuando uno de nosotros esté muerto y el otro tenga el Wonseog —MinHo pateó su abdomen sin pena.

La castaña fue obligada a levantarse para recibir más golpes y patadas, hasta tal punto de que el tipo cogiera nuevamente la misma cadena y rodear con ella el cuello de Kim, intentando ahorcarla.

—Ahora la pregunta es... ¿Qué tanto dolor puedes soportar antes de entregarme el Wonseog? —le golpeó la mandíbula, haciéndola caer otra vez—. ¡Dime! ¡¿Dónde está?! —la tomó de la nuca—. De lo contrario, será el turno de Lisa de soportar el dolor. ¡Habla!

—El Wonseog está donde debe de estar —alzó la cabeza, encontrándose con la mirada de MinHo—. En Londres.

—Estás mintiendo. El Wonseog fue robado. ¡Todo el mundo lo sabe!

—Porque nosotros hemos dicho que ha sido robado.

—¿Qué quieres decir?

—Esta fue una operación en conjunto del Servicio Secreto Sur Coreano y el M.I.G de Londres —se levantó con lentitud—. Cuando pediste el Wonseog, nosotros hicimos nuestro plan —el enemigo la miró con ira—. El Wonseog está a salvo en donde pertenece —chasqueó varias veces con la lengua, mostrando una sonrisa ladina—. Pero por desgracia, tú no estás a salvo.

—¿Acaso dices que el Wonseog nunca fue robado? Já, eres brillante. Muy brillante —soltó con asco—. No todo el mundo tiene la suerte de ser elogiada antes de morir. Pero... ¿Cómo vas a salvarte ahora? —tomó un arma y le quitó el seguro—. La cuenta regresiva de tu muerte ha comenzado.

—Los que sirven a su país comienzan la cuenta regresiva de su muerte desde su primer aliento, Gwon —la pistola frente a ella no le causaba nada—. Pero mira bien estos ojos. No encontrarás dolor ni miedo a la muerte. Solo hay orgullo.

"—Solo quiero que recuerdes bien estos ojos, porque estos ojos serán los mismos que verán tu muerte."

—¿Ya recuerdas algo?

—Coronel Kim —exclamó incrédulo—. ¿Qué relación tiene contigo?

La castaña se aproximó a él.

—Soy su hermana —declaró—. La cuenta regresiva de tu muerte comenzó ese día, MinHo. Y termina hoy.

El mencionado se alejó de ella.

—Diez —habló, la primera bomba explotó, sacudiendo de manera ansiosa a Gwon.

—Nueve —la otra sonó al lado sur—. Ocho —el sonido era estruendoso, piezas cayendo una a una.

—¡¿Qué hacen ahí parados?! ¡Salgan a ver qué sucede! —gritó con desespero.

—Siete —la explosión aún no terminaba—. Seis —estaban quedando ruinas por cada lado de la gigantesca casona.

—Cinco —la bomba se rompía con más fuerza.

—Ella no puede estar sola —murmuró MinHo.

—Cuatro.

—¡¿Quién más está contigo?! —gritó Seung.

—Tres.

—Tú tampoco saldrás con vida —Gwon volvió a apuntarla.

—Dos.

—Morirás al igual que tu hermano.

—Uno.

Hubo silencio absoluto. MinHo miró a ambos lados con extrañeza y al no escuchar nada sonrió socarrón.

Jennie lo observó sin expresión alguna y ladeó sutilmente la cabeza.

—Cero —lo tomó desprevenido y golpeó duramente su mandíbula. La última bomba explotó en ese mismo lugar y destruyó todo a su paso.

La castaña tomó el arma y disparó a los que quedaron. Gwon huyó rápidamente y ella resopló hastiada.

Se acercó a Lisa y casi con desespero la desamarró.

—Es hora de irnos —fue lo último que le dijo antes de tomarla de la mano y salir de ahí.

—Es hora de irnos —fue lo último que le dijo antes de tomarla de la mano y salir de ahí

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The wonseog | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora