Capítulo 26: Lo arruiné

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Se lanza a mí y lenguetea mi rostro asqueandome pero a la misma vez dándome mucha felicidad. Lo abrazo y llora contento por verme. Es el rottweiler más intimidante, pero es adorable con los que conoce y tiene confianza.

— Espero no hayas destrozado mis tenis o me enojaré — me pongo de pie y cierro la puerta.

Me sigue hasta la habitación y me quedo observando la cama donde tantas veces sudé, dormí, gemí, me estremecí. Sacudo la cabeza borrando esos pensamientos y voy directo al armario que abro. No sabía que había traído tantas cosas hasta ahora. Guardé todo en una mochila y mientras la cerraba sobre la cama miré a Odín que movía su colita mirándome.

— ¿Qué? ¿No te han sacado a pasear aún?

Agita más su colita.

— De acuerdo, vamos a pasear, pero solo un rato, no quiero meterme en problemas por robarte.

Me pongo mi mochila y salgo de la habitación, trato de no mirar mucho para no pensar en todo lo que hice ni en las posiciones que estuve sobre la mesa, los sillones y las sillas. Le pongo la correa a Odín y yo mis tennis deportivos y bajamos a planta baja, donde le aviso al guardia que ya regresamos.

Dejo la mochila en mi auto y doy una vuelta con Odín. Vamos a una plaza donde no puedo soltarlo por las miradas atemorizadas de los niños y las caras de susto de los padres. Juzgan a un perrito por verse malo cuando ni siquiera saben cómo es. Me distraigo en una librería donde compro algunas hojas número seis, reglas, lápices, marcadores y borradores, mientras Odín me espera atado al caño de las bicicletas. Durante el camino voy juntando y tirando sus necesidades al cesto. Y para cuándo está lo suficientemente cansado volvemos a casa. Me compro una masita en la panadería de la esquina y la parto a la mitad, quedándome una yo y otra para mi compañero.

Cuando llegamos al edificio el guardia me abre la puerta para que pasemos.

— Señorita — me llama y lo observo.

— ¿Si?

— El señor Blake vino hace unos minutos.

Mi corazón torpemente se acelera.

— ¿Está aquí?

— Acaba de irse.

— Oh, bien. ¿Y sabe que vine?

— Pues, vino a alimentar a su perro y este no estaba, tuve que decirle que usted había venido. Él ni siquiera tenía llave para entrar pero no escuchó al perro ladrar y se asustó.

Si, tal vez Tyler tenga que ver con eso de haberme ayudado a conseguir la llave.

— Gracias por avisarle, no queremos que le dé un infarto por no ver a su hijo.

Subo al departamento y dejo a Odín, le pongo agua y comida. Beso y acaricio su cabeza y me despido de él. Se hace un bollo en su casita hasta encontrar el punto más cómodo. Me voy y cierro con llave. Marco el número de Tyler en el ascensor.

— Para detective debes practicar más — es lo primero que le digo después de escuchar su "hola".

Él me dijo cuando Dominic no venía y que tenía una hora para venir a buscar mis cosas sin encontrarlo y devolver la llave. Obviamente falló.

Soy genial, tú eres la que no mira la hora. Deberías haber vuelto con la llave hace veinte minutos.

Miro la hora. Maldición, tiene razón, me entretuve mucho en el paseo.

— Carajo.

Si, Dominic vino a casa y casi entro en colapso, pero no dijo nada de la llave.

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