Sinopsis: Aizawa no sabe que hacer, siente que ha perdido el rumbo, ¿acaso la luz en la que habitaba había sido efímera? Parece que el dejarse consumir por la oscuridad no es tan mala idea.
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Quería que aquellas lágrimas se detuvieran, pero dolía tanto, era una pena que lo consmuia desde adentro, una aflicción que lo acongoja. Ni todo el alcohol que había consumido le había brindado la más leve tranquilidad o paz, ¿acaso era mucho pedir olvidarse de todo por al menos unos minutos?
El sonido incesante de la puerta mantenía a flote la poca lucidez que parecia tener en el martirio que se había convertido su mundo.
– Aizawa... Por favor, llevas días ahí dentro, todos están preocupados por ti.
Reconoció la voz de su mejor amigo, el tono preocupado y de lamento lo incitaron a girarse sobre el sillón en el cual estaba e ignorarlo, quería gritarles que djen de sentir pena por él y lo dejaran en paz.
– ¡Escuchame bien, si no sales mañana, yo te sacaré! – sentenció.
...
Botella tras botella, no importaba el tipo de trago que era, cualquiera era aceptado para volar hacia otra realidad y evitar la lucidez.
– Aizawa...
El hombre se levantó precipitadamente observando a todos lados histericamente, ahí estaba ella. ¡Oh, que magnifico podía ser el alcohol!
– Hinata.
– ¿Qué haces? – pronunció con un tono suave y triste.
Observo sus bellos ojos, antes llenos de amor, inocencia y... vida, tomo su pelo con fuerza sintiendo como su respiración se aceleraba.
– ¿Por qué...?
Un nudo se formó en su garganta.
– ¿Por qué te fuiste?
La peliazul mostró una sonrisa triste.
– No tenía elección.
Ocultó sus ojos tras su flequillo.
– Eres... ¡malditamente egoísta!
La Hyuga se acercó al pelinegro, sus ojeras se hicieron más grandes, su aspecto era lamentable y el olor a alcohol era insoportable.
– ¡Me dejaste solo! – Hinata se acercó y pasó lentamente sus brazos por el torso del contrario, formando así un cálido abrazo. Irónico.
– Te extraño...
Un borracho nunca miente.
– Te extraño mucho...
Sollozo apegándose a su cuerpo, no estaba dispuesto a aceptar que se vaya, aunque su cabeza lo haya hecho, su borracho corazón se mantiene firme.
– ¡Extraño tu sonrisa cuando me cocinabas, extraño que me recibas con una abrazó cuando llegaba de trabajar, las pequeñas citas que teníamos o los planes inconclusos a futuro de los cuales tanto debatiamos!
Apretó más aquel cuerpo.
– Extraño que te sonrojes cuando te robo un beso, extraño que te preocupes por mi....
Inhalo profundamente aquel aroma a lavanda.
– ¡Joder! ¡Te extraño!
Aquella mujer separó su rostro de aquel desconsolado hombre.
– Por favor, me hace daño verte así. Tienes que continuar, Aizawa. Aún hay personas que te necesitan, especialmente tus estudiantes.
– ¡¿Cómo lo haré si no estás aquí?! – Ella posó sus labios sobre los de él, un fantasmal cosquilleo lo recorrió y luego tomó distancia para sonreirle tristemente.
– Te amo.
Susurró mientras desaparecía. En medio de su oscura habitación gritó frustrado destruyendo lo que tenía a su alcance mientras gruesas lágrimas caían por sus mejillas y su enmarañado cabello cubría sus ojos luego de caer al suelo.
– Solo vuelve..., por favor.
Por más que lo anhele sabe que no sucederá, la oscuridad y embriaguez lo consuelan en su día a día, va consumiendo a este pobre hombre que cree que se volverá un loco, pues el sentimiento lo esta matando lentamente.
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