ᴅɪᴇᴢ ᴅɪᴀꜱ [ 𝚈𝚊𝚗𝚍𝚎𝚛𝚎 𝙺𝚊𝚣𝚞𝚝𝚘𝚛𝚊 | 𝙻𝚎𝚌𝚝𝚘𝚛𝚊 ]

Día Siete.

| Cambio |

Papá era una persona que era famosa por su gran inteligencia. Él acostumbraba a ver la vida como un juego de ajedrez, era astuto y tenía ése estilo de las personas que suelen ser organizadas en cada aspecto de su vida.
Mamá no era así.
Era espontánea y se conmovía fácilmente. Confíaba en todos, y era muy sencillo mentirle.
Cuando creciste y el juicio pasó a formar parte de tu personalidad, te preguntaste, ¿Por qué papá elegiría estar con alguien tan diferente a él?

La respuesta te la dió un día tu madre, cuando llorabas por no poder obtener una buena calificación, para entrar a la universidad a la que papá quería que fueras. Llorabas en tu habitación. Tu padre te había reprendido porque eso significaría un cambio de planes, y él odiaba eso.

Mamá entro a tu habitación. Se sentó a tu lado, y acarició tu cabello húmedo.

-¿Por qué estás aquí, mamá? Fracasé.

Ella te habló suavemente.

-Lo que dijo papá, en realidad no piensa eso de tí. Tú eres nuestro tesoro. Lo que pasa, es que papá hoy se dió cuenta de que no eres su pieza de ajedrez, y está confundido.

-Pero los decepcioné...

-No, mi amor. Tú eres libre. Y ser libre implica fracasar y cometer errores en muchas ocasiones. Ni tus metas, ni tu vida le pertenece a alguien más que no seas tú. Nuestro amor no está ligado a unas cuantas condiciones. Por eso, no importa si fracasas o no. Mamá siempre te va a amar... »

Y ahora estaban ahí.

No cerraste los ojos en toda la noche. Te recordabas a tí misma por qué. Querías que ese remordimiento tuyo se quedara en tí y se convirtiera en odio, al menos para darte fuerzas.

Por fuera era de mañana.
Antes de ir a verte, Kazutora estaba respirando aire fresco fuera de la casa.
Se sentía extraño estando sobrio. Después de 24 horas sin tomar su droga, recordó que no sólo obtener placer sexual lo motivaba a consumirla, sino que evadir el dolor era su principal motivación. El día era cálido y en aquel solitario lugar sólo se escuchaba el sonido del viento. La casa estaba rodeada de un descuidado maizal, y unos cincuenta metros más adelante había un granero. Antes, había algunas gallinas y una vaca.

«Entonces, Kazutora sólo se había dedicado a andar por todos lados.
Se alejó de la ciudad en la que solía vivir, hasta encontrarse con ése hombre.
A sus 17 años, lucía enfermo y delgado. Una persona de al menos 60 años le tendió la mano.

-Un joven como tú necesita aprender a vivir honestamente. - Le decía aquel abuelo, muy seguido, mientras le mostraba cómo hacer para arreglar su motocicleta. -Has estado solo mucho tiempo, ¿Verdad? Tus ojos me lo dicen. Eres igual que yo. Después de mi padre y madre, ya no tuve a nadie más. No me casé y no tuve hijos, y toda la gente a la que llegué a conocer está muerta.