╰┈┈➤ ❝ αℓмση∂ вℓσѕѕσмѕ ❞

°•Claveles Rosados Y Dalias Violetas•°

❝La vida es la flor para la cual el amor es la miel.❞

Victor Hugo

E igual que una tormenta que azotaba montañas provocando desastres, los planes de JingYi se venían abajo.

Cada vez era más difícil tratar de encubrir sus mentiras y su salud, la sensación de asfixia nunca lo abandonaba como si hubieran sido tan bien grabadas en su mente y garganta al punto en que lo aterraba.

Ya no tenía la cuenta de cuántas veces había mentido, fingiendo tener la vida normal que tendría cualquier discípulo de una secta.
Cuando simplemente se estaba aferrando a una tabla en un profundo océano que quería ahogarlo.

El se estaba aferrando a una mínima esperanza, con el apoyo de sus amigos que no lo abandonaban y que lo apoyaban.
Se sintió egoísta quería seguir disfrutando de sus días como adolescente sin vivir con las incesantes preocupaciones de que un jardín crecía en su cuerpo.

Pero todo tenía que llegar al final en algún momento, las esperanzas en algún punto tenían que esfumarse y el tenía que enfrentar la realidad en donde lo único que le esperaba era morir si seguía aferrándose a un amor que no tenía un futuro.

Un amor que crecía con el pasar de los tiempos a pesar de sus vanos intentos por dar un paso adelante, olvidar ese amor que sentía por el que una vez fue su mejor amigo y ahora no eran más que simples conocidos que apenas se hablaban o veían.

Quería olvidarse de aquella persona con una sonrisa tan cálida y un temperamento tan tranquilo que desde el primer momento en qué lo vio no hizo más que llamarle la atención.
Su amor por aquel joven estaba tan arraigado dentro de él y las flores que tosía eran una clara señal.

Se arrepentía de muchas cosas y una de ellas involucraba el haberse dado cuenta de los sentimiento que tenía por su amigo aquellos que al principio lo asustaron y aterraron pero que lentamente acepto.

Pero el darse cuenta de que esto sólo desencadenó en algo peor, en su cuerpo empezó a brotar lentamente un pequeño racimo de flores que con el pasar del tiempo iban haciéndose más fuertes y se arraigaban aún más en él usando su cuerpo como un florero que lo mantenía seguro y su amor por SiZhui como su abono ambos tan esenciales para que aquellas flores siguieran floreciendo a costa de su vida.

Su amor por esa persona era doloroso, incluso cuando sabía que tenía la enfermedad de las flores nunca se rindió siguió perseverando, aferrado a aquella tabla que impedía que se ahogara y se convirtiera en otra víctima más de la muerte.

Investigo sin cesar, leyendo docenas de libros, pergaminos, visito a familiares de personas que habían sufrido de aquello buscando aunque sea una forma de alargar su vida.

Y nunca llegó a imaginar que en la biblioteca prohibida de la Secta Lan encontraría aquella teoría escrita por la que fue en la generación anterior la mejor doctora que había existido: Wen Qing.