No sabía nadar, y todavía no entendía cómo hizo para sacarlos de esa profundidad.

De pronto comenzó a toser. Apoyando sus manos en el escritorio, recargó su cuerpo escondiendo su cabeza. Se sentía fuera de rumbo, como si alguien le borrara la línea del camino a Dasha robándole a Eleanor. ¿Cómo haría para solucionarlo todo? ¿Cómo carajos recuperaría a la madre de sus hijos? Pero aun, ¿Cómo haría para borrar esa extraña sensación de ahogo solo por desconocer el paradero de Eleanor? ¿Qué carajos le estaba pasando?

—Otra vez dando pena —renegó León bufando al verlo.

—Cierra la puerta —le indicó a un callado Sergei que lo miraba confundido.

—Este lugar huele a encierro, a alcohol y a la pena que das Emilio pensando en Eleanor —atacó recargándose contra la pared como de costumbre —. ¿Estás al tanto de que la historia se está repitiendo otra vez? —volcó su mirada en su hermano menor.

Aunque Emilio no lo mirase, su atención yacía en sus palabras, y en el fondo era consciente que era cierto, poco a poco iba perdiendo el control por una mujer. Otra vez.

—¿Para qué nos has llamado? —preguntó Sergei acomodando su chaqueta, e ignorando la cizaña de León.

Emilio guardó silencio sacudiendo su cabeza.

YA teryayu vremya, mudak —refutó León encendiéndose un cigarro harto de la situación.

—¿Qué otra cosa más interesante tienes que hacer? ¿Eh? —inquirió Emilio alzando su cabeza molesto con su acusación, y sobre todo su insulto, pero proviniendo de León era tan común su mal genio.

—No lo sé —alzó sus hombros exageradamente —. Posiblemente firmar las autorizaciones de exportación del petróleo pendiente, llenarte las cuentas de dinero a ti y a Donovan, y seguir con el resto del trabajo sucio tratando de que Nueva York no se nos meta en el territorio mientras tú juegas a la familia, pero dime ¿Qué más necesitas, querido hermano? —farfulló entre dientes como si soltase el más letal de los venenos.

Y es que así era, incapaz de morder su lengua, y eso si que le jugaba una mala pasada una vez cada tanto, pero lo mal que tenía la cabeza, la sed de sangre y acción le hicieron ganarse su respeto. Ese mismo respeto que Emilio no tenía por haber cedido su plaza a los irlandeses. Algo que León todavía no perdonaba.

—Emilio —insistió Sergei antes de que todo se desmoronara.

Ante el cruce de miradas entre esos dos, Emilio habló por fin.

—Farrell tiene a Eleanor —admitió liberando la inmensa tensión de sus hombros.

León comenzó a aplaudir soltando un jadeo atónito.

—¡Se nos han metido los putos irlandeses y no nos hemos dado cuenta! —cubrió su boca riendo sin gracia.

Emilio giró su rostro, sus dientes rechinaban conteniéndose ante lo poco profesional que sonaba aquello, pero era cierto. Había visto a Farrell el día que almorzaron con Eleanor, pero lo que creyó fue una visita de negocios era una instalación de control para robarle a Eleanor antes de tiempo.

—¿Cómo sabes que la tiene?

—¿No ves la cara de imbécil que lleva? ¡Es obvio que la tienen! —rugió León perdiendo la sensatez —. Les has dado mi plaza para tenerlos contentos y se te han metido bajo tus narices a robarte a tu esposa. Es que no puedes ser tan estúpido, Emilio. ¿Qué carajos crees que haces? ¡Eh! Esperando aquí que Farrell venga a firmarte un puto contrato, eso no pasará, no seas tan mediocre ¡Por favor! ¡Mírate la pena que das ahí parado! ¡No has dado ni una orden en dos horas! —se acercó a él en dos zancadas.

Obstinado poder © (Markov I)Место, где живут истории. Откройте их для себя