Vínculos

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Para sorpresa de Izuku, Eijiro apareció una hora después indicándole que lo siguiera. Al parecer, su petición había sido aceptada. Izuku no pudo evitar sentirse agradecido: una comida caliente y un baño eran mucho más de lo que había tenido en semanas. Ahora entendía mejor el valor de las pequeñas cosas. Su amigo Iida tenía razón, hay belleza en la sencillez de la vida.

—Esté atento al camino —la voz de Eijiro resonó tensa.

Izuku asintió y trató de ignorar los latidos frenéticos de su corazón. Cuanto más avanzaban, el bosque se volvía más espeso. Grandes abetos y pinos se imponían, haciendo que sus largas ramas atraparan los pocos rayos de luna que se colaban a través de la noche nublada. Sus manos empezaron a sudar mientras sus pies avanzaban de forma torpe. Izuku estuvo a punto de caer un par de veces cuando confundió las finas hojas de los sauces con criaturas fantasmales. En definitiva, recordar las leyendas de los posaderos no había sido la mejor de las ideas.

—Hemos llegado, alteza —Eijiro se hizo a un lado y señaló un pequeño claro a unos pocos metros.

Izuku hizo un ruidito de asombro al percatarse de lo que tenía al frente.

¿Una bañera? ¿Acaso era posible? ¿Pero cómo? Caminó con cautela hacia la enorme tina. Su mente no podía comprender cómo había llegado semejante objeto allí. Estaba seguro de que había recorrido al menos cien metros desde el campamento, y ni hablar del tema de llenarla. No había señal alguna de un afluente de agua.

Avanzó con cautela hasta llegar a la tina de madera y sumergió sus dedos. ¿Estaba caliente? ¡Dios, era agua caliente! Al parecer, eso fue todo lo que necesitó para que su mente abandonara cualquier tipo de duda. Ya no le importaba si el mismísimo diablo había arrastrado la tina hacia lo profundo del bosque. Para lo que a él concernía, esos eran problemas menores.

Se zafó de su ropa tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de preocuparse del hecho de que se encontraba desnudo en medio de un bosque en Valaquia.

—¡Qué maravilla! —Izuku se sumergió casi por completo. El agua caliente era una caricia para sus doloridos músculos.

—Parece que lo está disfrutando, su alteza —la voz gruesa y juguetona del Conde provocó que su corazón se fuera directo a su garganta. Izuku buscó a Eijiro desesperado, pero al parecer el sirviente había desaparecido. ¿Cómo? ¿En qué momento?

—¡¿Qué hace usted aquí?! —Izuku trató de cubrirse. El calor subía por todo su rostro debido a su desnudez.

—¿No es evidente? —El Conde alzó una ceja, e Izuku arrugó el ceño. ¿Qué se supone que significaba eso? El Conde dio un par de pasos hacia él y empezó a desabotonar la parte superior de su traje. Algo se atravesó en la garganta de Izuku.

—¡No pensará entrar a la bañera conmigo! —gritó indignado.

Bakugou se rio. En realidad, había considerado esperar a que el mocoso terminara su baño, pero la tentación era demasiado grande y él no se caracterizaba por ser un hombre muy paciente ni por desaprovechar las oportunidades. Ahora mismo tenía a un lindo príncipe, muy desnudo y mojado, a medio metro de él. El aroma dulce de su sangre embriagaba sus sentidos. Los latidos descontrolados del mocoso y su carne blanca gritando por ser marcada con sus labios.

Jodido infierno. Lo deseaba tanto, tanto, que era malditamente difícil mantenerse en control. Sus sentidos inestables por el dulce aroma que desprendía. Quería hundir sus colmillos en el liso cuello del mocoso, podía imaginar la deliciosa textura que tendría su piel. Seguramente, el chiquillo daría un pequeño grito cuando su sangre empezara a abandonar su cuerpo, pero eso poco importaría. Él se encargaría de convertir esos gritos en gemidos, enseñaría a ese príncipe consentido lo que era el verdadero placer. Maldita sea. Quería reclamarlo como suyo ahora mismo, fundir su sangre y ensuciarlo de todas las maneras posibles.

Valaquia [KatsuDeku]Where stories live. Discover now